Sasha
El silencio que siguió a la partida de Dante era más ensordecedor que los disparos que habían resonado unos momentos antes. Mi corazón aún latía a un ritmo frenético, mis músculos tensos por la adrenalina. Tenía ganas de gritar, de correr tras ese hijo de perra y desgarrarle la garganta, pero Adrian me agarró del brazo antes de que hiciera algo estúpido.
— No juegues su juego, Sasha.
Su voz era áspera, marcada por el dolor. La herida en su hombro sangraba abundantemente, y a pesar de su aire impasible, sentía que sufría.
— Déjame ver eso, murmuré.
Gruñó pero no retrocedió cuando rasgué un trozo de mi camisa para vendar la herida. El contacto de mi piel contra la suya me electrificó. Su sangre, tan rica y poderosa, llamaba a mi lobo de una manera inquietante.
— Tenemos que movernos, dijo apretando los dientes.
Asentí, mis sentidos alerta. No estábamos a salvo aquí. Dante no solo nos había tendido una trampa, quería ponernos a prueba. Y eso era aún más peligroso.
---
Cruzamos los