Sasha
Los días pasan como una densa neblina.
Adrian no me ha dejado desde mi caída. Me impone su presencia, me observa, me envuelve en una sombra que no logro disipar. Estoy bajo su protección ahora, pero no es una libertad. Es una jaula de oro, una cadena invisible.
Lo observo de reojo mientras habla con Enzo, al otro lado de la habitación. Su rostro es impasible, pero conozco lo suficiente a los depredadores para ver la tensión subyacente.
Me está vigilando.
Todo el tiempo.
Y lo peor de todo…
Ya me posee, incluso sin haberme tocado.
Aprieto los dientes. No soy un peón. No soy una esclava.
— ¿Vas a seguir mirándome así por mucho tiempo? Su voz me saca de mis pensamientos.
Sostengo su mirada.
— Solo estaba pensando en cómo te voy a matar en tu sueño.
Enzo estalla en risas, pero Adrian no sonríe. Se limita a acercarse lentamente, hasta que el aire entre nosotros se vuelve ardiente.
— Lo intentarías. Fallarías.
Un escalofrío recorre mi cuerpo. Porque sus palabras son verdaderas.
Pero lo