Sasha
Adrian camina a mi lado, su mano aún firmemente anclada a la mía. Su silencio está cargado de significados, pero sé que comparte mi miedo. Ambos estamos atrapados en el mismo torbellino, cegados por la intensidad de nuestro compromiso. Sin embargo, hay un destello de esperanza en sus ojos, algo que se niega a romperse, incluso en la oscuridad que nos rodea. No lo muestra, pero sé que lleva tanto peso como yo.
¿Estamos listos, verdad? digo, mi voz casi inaudible en la noche. Es más una pregunta para mí misma que una verdadera interrogación, pero necesito escuchar sus palabras, asegurarme de que no estamos solos en este camino peligroso.
Él dirige su mirada hacia mí, una sonrisa a la vez tranquilizadora y melancólica se dibuja en sus labios.
Sí, lo estamos, responde simplemente, pero de una manera que me reconforta a pesar de la incertidumbre.
De repente, un grito rasgó el aire, desgarrando la quietud de la noche. Viene de algún lugar en las tinieblas. Un grito que resuena en el a