Sasha
La noche es sofocante.
Hemos dejado el bosque, pero el peso de lo que acaba de suceder permanece en el aire. Enzo camina a mi lado, su respiración es superficial, el agotamiento marcado en sus rasgos. Adrian sigue justo detrás, silencioso pero irradiando una extraña energía, burbujeante.
Y Dante…
Él se queda atrás, manteniendo su distancia. Pero puedo sentir sus ojos ardiendo en mi espalda incluso sin girarme.
El vínculo que ahora me une a Adrian pulsa en mis venas como un calor persistente, una corriente eléctrica bajo mi piel. No duele, pero es abrumador. Cada latido de mi corazón parece sincronizado con el suyo. Cada movimiento que hago, sé que él lo percibe.
Y él también lo siente.
Puedo sentirlo.
La realidad de esto me golpea con fuerza.
— Necesitamos encontrar refugio para la noche, murmura Enzo, su voz aún débil.
Asiento, escaneando los alrededores. Estamos lejos del territorio Morvan, en terreno neutral. Este no es un lugar donde podamos quedarnos. Demasiado arriesgado. Demasiados ojos podrían estar ya observándonos.
— Hay un almacén abandonado a unas millas de aquí, dice Dante, su voz tensa.
Él avanza sin mirarme.
Pero sé que habla para mi beneficio.
Así que lo seguimos en silencio.
—
El almacén está en ruinas, pero servirá.
Paredes de concreto cubiertas de graffiti. El aire espeso de polvo y humedad. Pero al menos, nadie vendrá a buscarnos aquí esta noche.
Enzo se desploma en una esquina, su espalda contra la pared. Cierra los ojos, su respiración aún irregular. Su cuerpo está luchando contra los efectos de la magia de Adrian.
Me vuelvo hacia él, preocupada.
— ¿Estás bien?
Él fuerza una sonrisa cansada.
— Sigo respirando, ¿no?
No tengo el corazón para decirle que ni siquiera sé qué es él ahora.
Me aparto y encuentro la mirada de Adrian. Él me está observando. Siempre lo hace. Pero esta vez, es diferente.
Puedo sentir sus emociones a través de nuestro vínculo.
El control helado que está forzando sobre sí mismo.
La oscura satisfacción de sellar el pacto.
Y algo más…
Algo prohibido.
Desvío la mirada.
No estoy lista para enfrentar esto.
— Deberías descansar, murmura Adrian, acercándose.
Sacudo la cabeza.
— No podré.
— Es el vínculo.
Levanto mis ojos hacia él.
— ¿Qué significa realmente, Adrian?
Su mirada se oscurece.
— Todo lo que siento, tú lo sientes.
Un escalofrío recorre mi cuerpo.
— ¿Y tú?
Él ofrece una sonrisa sin humor.
— Yo siento todo lo que tú sientes también.
Mi corazón se salta un latido.
Así que lo sabe.
Sabe que estoy inquieta.
Sabe que mi cuerpo reacciona a su presencia.
¿Y la peor parte? También siento su reacción.
Su tensión.
Su deseo.
Retrocedo rápidamente, y Adrian cierra los ojos brevemente, como si intentara contener algo.
— No luches contra lo inevitable, Sasha.
Aprieto los puños.
— Nada es inevitable.
Su mano se levanta lentamente, rozando mi brazo.
Un toque casi inocente.
Pero a través de nuestro vínculo, es eléctrico.
Me estremezco, y Adrian emite un sonido gutural bajo, como si lo sintiera con la misma intensidad.
Entonces, de repente—
— Suficiente.
La voz de Dante corta el aire como un látigo.
Me vuelvo hacia él, y la expresión en su rostro me deja sin aliento.
Ira.
Pero peor, un dolor crudo apenas oculto.
— Ve a dormir, Sasha. Su voz es baja, amenazante. Yo vigilaré.
No me muevo.
La tensión entre ellos es palpable.
Adrian no retrocede.
Tampoco Dante.
— Dante…
— Tú eras mía, Sasha.
Sus palabras son una espada.
— ¿Y ahora? Sus ojos se desvían hacia Adrian. ¿Él te posee?
Me congelo.
— Nadie me posee.
— ¿De verdad?
Su mirada atraviesa mi ser.
Luego se acerca.
Y esta vez, él es quien me toca.
Sus dedos trazan mi mandíbula, tanto ásperos como tiernos.
Un toque diferente al de Adrian.
Pero igual de intenso.
Contengo la respiración.
— Dime que no lo haga, murmura.
No respondo.
No puedo.
Hay demasiadas emociones guerreando dentro de mí.
Y Dante lo sabe.
Así que cierra la distancia y aplasta sus labios contra los míos.
Un beso impregnado de ira y desesperación.
Él me toma, me reclama.
Y a través de nuestro vínculo, siento una respuesta—
No mía.
De Adrian.
Una violenta oleada de posesividad.
Ni siquiera tengo tiempo para reaccionar antes de que Dante sea arrancado de mí.
El sonido de un puño encontrando carne resuena en el espacio.
Dante tropieza hacia atrás pero se recupera al instante, una sonrisa torcida en sus labios, limpiando la sangre de la comisura de su boca.
— Eres más rápido de lo que pensé, vampiro.
Adrian no dice una palabra.
Pero su mirada arde.
— Si la tocas de nuevo, te mataré.
Dante ríe, pero no hay diversión en ello.
— ¿Crees que puedes amenazarme?
Adrian no se mueve.
— No es una amenaza. Es una promesa.
Me interpongo entre ellos, mi corazón late con fuerza.
— ¡Basta!
Miro a Dante, luego a Adrian.
— Se acabó.
Dante me mira, y veo el dolor parpadear detrás de su desafío.
— Tú y yo no hemos terminado, Sasha.
Luego se da la vuelta y sale del almacén.
El aire es denso, sofocante.
Adrian se acerca, deteniéndose a unos centímetros de mí.
— Ese beso… Su voz es cruda. Sentiste lo que me hizo, ¿no?
Cierro los ojos.
Sí.
Lo sentí.
Y aún me atormenta.
SashaEl aire está denso de tensión.Dante se ha ido, pero su ausencia es más ruidosa que su presencia. Dejó una tormenta silenciosa, una guerra no expresada que burbujea entre Adrian y yo.Doy un paso atrás.La mirada de Adrian me atraviesa.— Tú también lo sentiste.No es una pregunta.Es un hecho.Cierro los ojos por un momento, tratando de calmar mi pulso. Pero es inútil. Este vínculo maldito entre nosotros es un incendio forestal, una marea que me arrastra, imparable.— No empieces, Adrian.— ¿Por qué no? Su voz es baja, peligrosa. ¿Porque tienes miedo?Abro los ojos y lo miro con desdén.— No temo nada.Una sonrisa fantasma aparece en sus labios.— Vuelve a mentirme, Sasha.Se mueve en un instante, cerrando la distancia entre nosotros. Su aliento roza mi piel. Debería alejarme, pero estoy congelada. Atrapada entre el deseo y el pánico, entre lo que siento y lo que me niego a admitir.Su mano se levanta lentamente. No me toca. Aún no.Pero lo siento todo.— Este vínculo... murmur
SashaEl aire está cargado de tensión.Dante se ha ido, pero su ausencia es más ruidosa que su presencia. Ha dejado atrás un caos silencioso, una guerra no dicha que retumba en el espacio entre Adrian y yo.Retrocedo un paso.La mirada de Adrian me atraviesa.— Sentiste lo que yo sentí.No es una pregunta.Es una certeza cruda, indiscutible.Cierro los ojos un instante, tratando de calmar los latidos frenéticos de mi corazón. Pero es inútil. Este maldito vínculo entre nosotros es un fuego incontrolable, una marea que me arrastra sin que pueda luchar.— No empieces, Adrian.— ¿Por qué no? Su voz es baja, peligrosa. ¿Porque tienes miedo?Abro los ojos y lo fijo.— No tengo miedo de nada.Una sonrisa burlona roza sus labios.— Miente otra vez, Sasha.Él cruza la distancia entre nosotros en un abrir y cerrar de ojos. Su aliento roza mi piel. Debería retroceder, pero estoy paralizada. Atrapada entre el deseo y el pánico, entre lo que siento y lo que me niego a admitir.Su mano se levanta l
SashaLa noche es fría. Cruel.Las palabras de mi padre resuenan en mi cabeza como una campana fúnebre.— Estás desterrada.Mis pasos crujen en el gravilla mientras me alejo del dominio Morvan, mi antigua casa. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, pero me niego a mirar atrás. Me niego a mostrarles la más mínima debilidad.Dante no se ha movido.Se ha quedado en esa habitación, a mi lado, para traicionarme.Mi propio amigo de la infancia.Aquel que creía dispuesto a morir por mí.Las tinieblas se extienden a mi alrededor mientras finalmente cruzo el límite del territorio. Mi aliento se corta un instante. Un dolor extraño me atraviesa el pecho.La ruptura del vínculo de manada.Caigo de rodillas, con la respiración entrecortada.Es una sensación que solo conocen los desterrados. La impresión de ser arrancada de algo vital, un vacío que se profundiza en el alma.Una mano se posa sobre mi hombro.Levanto la vista.Adrian.Sus ojos brillantes sondean los míos. Lo ha visto todo. Lo ha oí
SashaLos días pasan como una densa neblina.Adrian no me ha dejado desde mi caída. Me impone su presencia, me observa, me envuelve en una sombra que no logro disipar. Estoy bajo su protección ahora, pero no es una libertad. Es una jaula de oro, una cadena invisible.Lo observo de reojo mientras habla con Enzo, al otro lado de la habitación. Su rostro es impasible, pero conozco lo suficiente a los depredadores para ver la tensión subyacente.Me está vigilando.Todo el tiempo.Y lo peor de todo…Ya me posee, incluso sin haberme tocado.Aprieto los dientes. No soy un peón. No soy una esclava.— ¿Vas a seguir mirándome así por mucho tiempo? Su voz me saca de mis pensamientos.Sostengo su mirada.— Solo estaba pensando en cómo te voy a matar en tu sueño.Enzo estalla en risas, pero Adrian no sonríe. Se limita a acercarse lentamente, hasta que el aire entre nosotros se vuelve ardiente.— Lo intentarías. Fallarías.Un escalofrío recorre mi cuerpo. Porque sus palabras son verdaderas.Pero lo
Sasha— Sasha, aún no te das cuenta, pero esto no es una prisión. Es un refugio. Si Adrian te ha tomado bajo su protección, no es solo por capricho.— ¿Y qué es, entonces? Escupo, furiosa.— Él tiene miedo por ti.Parpadeo, sorprendida.¿Adrian, tener miedo?La idea es absurda. Este hombre respira dominio absoluto. Nunca tiembla, nunca flaquea.— ¿Y por qué tendría miedo?— Porque sabe lo que los tuyos planean hacer contigo.Un escalofrío recorre mi piel.— ¿Qué quieres decir?Enzo suspira, cruzando los brazos.— Eres la última descendiente directa de la línea Morvan. Tu lugar debía ser sellado por un matrimonio estratégico, pero siempre te has negado. Ahora que estás aquí... tendrán que elegir: recuperarte a la fuerza o eliminarte.Las palabras golpean fuerte. Demasiado fuerte.Siempre supe que mi clan funcionaba por alianzas, por estrategias. Pero de ahí a intercambiarme como un objeto de trueque...Mi garganta se cierra.— No harían eso.— ¿Estás segura?El silencio me responde en
DanteEstá muy cerca. El aire parece vibrar a nuestro alrededor, como cargado de una tensión eléctrica.— ¿Por qué? pregunto, con la voz más débil de lo que hubiera querido.Un silencio se extiende entre nosotros. Luego, Adrian levanta una mano y acaricia mi mejilla con la punta de los dedos.— Porque eres mía.Su aliento caliente acaricia mi piel, y me estremezco a pesar de mí misma.— No soy de nadie.Sonríe, una sonrisa lenta y peligrosa.— Dices eso… pero tu corazón late demasiado rápido.Lo empujo, más para protegerme de mí misma que de él.— Eres patético si crees que voy a caer bajo tu encanto de vampiro.Adrian no retrocede. Sigue mirándome, y hay en su mirada algo más profundo que un simple deseo de posesión.— No es mi encanto lo que te asusta, Sasha. Eres tú misma.No soporto su clarividencia.Entonces, hago lo que mejor sé hacer: huyo.El aire de la noche me quema los pulmones mientras acelero por la sinuosa carretera que lleva a la mansión de los vampiros.Cada segundo cu
AdriánLo veo, ese lobo arrogante, ese hombre que aún cree que puede reclamarla.No entiende.Sasha ya no es suya.Es mía.Ella lo sabe.Aunque todavía lucha, aunque intenta escapar.Me planto frente a Dante, impasible, pero por dentro, un fuego helado me consume.Este hombre ha tenido lo que yo quiero. Él la ha tenido.Y eso, no puedo tolerarlo.— Sasha, ven aquí.Mi voz resuena en el aire nocturno.Ella duda. Veo su confusión, su tironeo entre nosotros.Dante posa una mano en su brazo, un gesto posesivo, instintivo.No pienso.En un latido del corazón, estoy sobre él.Nuestros cuerpos chocan con violencia, y rodamos por el suelo. Dante es rápido, entrenado, pero yo soy más fuerte. Nuestros golpes caen en la oscuridad, cada uno buscando tomar ventaja.Logra golpearme en la cara, y el sabor metálico de la sangre inunda mi boca.Sonrío.Porque ahora, puedo soltarme.Mis colmillos se alargan, mis músculos se tensan, y en un movimiento fulgurante, lo empujo contra la piedra, mi mano apre
AdriánSu mirada desciende sobre mi mano apoyada en ella, y siento su rabia visceral, esa necesidad de verme desaparecer.Debería encontrarlo insignificante. Este lobo no representa nada para mí. Pero… hay algo en su mirada. Algo que me molesta.Un apego que no puedo ignorar.Sasha da un paso atrás, liberando el espacio entre nosotros. Su mirada oscila de uno a otro, su corazón latiendo tan fuerte que puedo contar cada pulsación.— Suficiente.Una sola palabra, pronunciada con una autoridad nueva.Dante y yo nos congelamos.Ella nos observa, los labios apretados, como si estuviera luchando contra sus propios demonios.— ¿Qué creen? ¿Que pelear una y otra vez cambiará algo?Ella sacude la cabeza, la mirada oscurecida.— Quieren poseerme, los dos, pero no soy un trofeo. Soy una loba. Elijo a dónde voy y con quién.Debería estar molesto por su tono cortante, pero, por el contrario, una ola de deseo me abruma. Esa fuerza, ese orgullo salvaje… me vuelve loco.Dante, en cambio, parece golpe