Darshen había estado en la finca Lariel más de cien veces, pero la casa siempre parecía contener la respiración.
Encontró a Richmond en el jardín trasero, sentado junto a la mesa de cristal, con una taza de café sin tocar delante. La brisa marina se filtraba por los arcos abiertos, tirando de las mangas de su camisa.
"No me dijiste que habían vuelto", comentó Darshen.
Richmond no levantó la vista. "Te enteraste de todos modos...", añadió después de un minuto. "Llegaron anoche".
"Lo sé". Darshen lo observó. "¿Y no ibas a mencionarlo?"
Richmond finalmente levantó la vista, con expresión inexpresiva. "¿Creías que te enviaría una invitación?"
Darshen exhaló, apoyándose en la columna. "La mayoría de la gente le dice a su mejor amigo cuando sus padres vuelven a casa".
"La mayoría de los padres no vuelven sin avisar".
Las palabras fueron cortantes, pero no de enfado. Solo de cansancio. Richmond removió el café una vez, volvió a dejar la cuchara y se recostó.
"¿No piensas verlos?", preguntó D