Después de darle un té a Luisa, y convencerla de que sería uno más y ya, Evangelina subió con su marido a la habitación. Estaba feroz por tenerlo, y él lo sabía muy bien.
Se metió en la ducha por largas horas, para difundir su cuerpo en un baño de rosas y usar todas las cremas con olores que le encantaba usar, y así despertar al hombre salvaje que tenía Demetrio por dentro.
Su entrepierna palpitaba de solo imaginar que iba a estar con él. Lo deseaba realmente con locura.
Eva peinó su largo cabello, para dejarlo suelto y que hiciera juego con el baibidor de color rojo que había optado por ponerse.
Mordió su labio en el espejo al verse. Su corazón latía a mil por hora de una manera tan fuerte que parecía que lo podía oír.
Cuando salió a la habitación, todo el deseo que sentía por estar con su futuro esposo se derrumbó al verlo dormido en la cama.
Eva se acercó a él con cautela para verlo "dormir plácidamente'' en la enorme cama de sábanas blancas de su habitación.
—¡Ay, no esté, no me va