Lo miré con desdén. No era de extrañar que aceptara tan fácilmente mi petición de no aparecer en la cámara. Al final, en el lugar, todo dependía de lo que él dijera.
—Daniel, eres increíble —Intenté esbozar una sonrisa, luego dirigí mi mirada hacia los medios.
De repente, Daniel me abrazó un poco más fuerte.
—Roberto aún no se ha ido —Susurró en mi oído en un tono que solo nosotros podíamos escuchar.
—¿Qué? —No podía creer lo que decía.
Extendió la mano como si quisiera tocar mi cabello, pero al recordar que era una peluca, la dejó caer.
—El vuelo se retrasó; saldrá en dos horas. Una vez que termine la conferencia, se irá. Así que, ¿podrías cooperar conmigo?
En ese momento, sentí como si mi sangre se detuviera. Lo miré sin poder contener las lágrimas.
Daniel, el hombre que una vez amé y por quien sentía culpa, había cambiado. Ahora era aterrador y extraño. Estaba atrapada en su juego, sin poder escapar.
De repente, mis ojos se posaron en Emma. La preocupación era evidente en su mirada,