Veinte minutos antes.
Entrada de la Penitenciaría.
Ivanoc y los demás guardias se encontraban en un humor tenso, sumidos en un silencio poco acogedor, como si presintieran un desastre natural a punto de estallar. Toda la cárcel había atravesado demasiados cambios en los últimos días, en lo que se sentía como el ojo de un huracán. Lucio había desaparecido de un momento a otro sin explicación. Y su reemplazo, un Director con fama de hueso duro de roer, compartían la inquietante costumbre de desaparecer en los momentos más importantes.
Y justo entonces, como si los pensamientos de Ivanoc invocaran a la tormenta misma. Es entonces que un Aston Martin negro irrumpió en la entrada principal de la penitenciaría. Las cámaras frontales se nublaron con el humo gris del derrape y de él descendió el fiscal más controversial de Rusia, Nickolay Romanov.
Pero no llegó solo.
Del lujoso automóvil descendieron tres mujeres. Una, su secretaria. Las otras dos, opuestas en esencia: una parecía sacada de u