El día había comenzado temprano para Isabela. La madrugada había caído sobre la ciudad sin que ella pudiera descansar adecuadamente. En lugar de aprovechar las horas de la noche para relajarse, su mente seguía trabajando a un ritmo frenético. Sabía que el tiempo no estaba de su lado y que, si no tomaba decisiones rápidas, perdería el control de su imperio. La infiltración de datos en Luján Enterprises había escalado más allá de lo que había imaginado. Y lo que aún no sabía, era quién estaba moviendo los hilos en las sombras.
Al llegar a su oficina, Isabela se permitió solo un breve respiro, pero pronto la realidad volvió a golpearla. Se sentó en su escritorio con el teléfono en la mano, revisando los correos electrónicos que Clara había preparado para ella. Las actualizaciones sobre la seguridad cibernética de la empresa no eran buenas. Cada intento de rastrear la fuente de la filtración había fracasado, y el tiempo se agotaba. Si no conseguía detener a quienes estaban jugando con su