Aiden, un alfa poderoso y renombrado, lleva una existencia marcada por la culpa y el arrepentimiento. Su Luna, Anya, la mujer destinada a compartir su vida, desapareció misteriosamente tras una acalorada discusión en la que sus palabras hirientes la llevaron a huir. Desesperado por recuperar a la mujer que ama, Aiden emprende una búsqueda incansable, recorriendo territorios desconocidos y enfrentando peligros inimaginables. Mientras tanto, Anya se refugia en una remota aldea, donde intenta reconstruir su vida lejos del dolor y la traición. A pesar de su deseo de olvidar, el recuerdo de Aiden sigue presente, atormentándola con la duda de si alguna vez podrá perdonarlo. La tensión entre las dos manadas, la de Aiden y una rival, alcanza su punto máximo cuando un antiguo enemigo ataca el territorio de Silver Creek. Con su manada al borde de la destrucción, Aiden se ve obligado a pedir ayuda. Es entonces cuando Anya, al enterarse del peligro que corre su antiguo amor, decide regresar, impulsada por un complejo entramado de emociones: amor, dolor, resentimiento y lealtad. El reencuentro entre ambos es explosivo. Aiden, humillado y arrepentido, suplica el perdón de Anya, mientras ella lucha por superar el daño causado. Juntos deberán enfrentar no solo al enemigo externo, sino también los demonios internos que los atormentan. La reconciliación no será fácil, pues las heridas aún están abiertas y la desconfianza acecha en cada esquina.
Leer másNarrado por Aiden
La noche me envuelve como un manto frío y opresivo. El viento silba entre los árboles de Silver Creek, y cada paso que doy sobre el suelo húmedo parece más pesado que el anterior. Mis pensamientos no me dan tregua; cada recuerdo de aquella m*****a discusión con Anya sigue repitiéndose en mi mente, una y otra vez, como un eco maldito. La oscuridad del bosque refleja el abismo en el que he caído desde que se fue.
«¿Cómo permití que ocurriera?»
La pregunta se agarra a mí como una garra. Me destroza el alma. Todo comenzó como un desacuerdo trivial, algo que podría haber manejado mejor. Pero mis palabras, tan cargadas de rabia y frustración, la hicieron huir. Ella, mi Luna. La mujer que debería haber protegido por encima de todo, la herí tan profundamente que ya no pude alcanzarla cuando salió por esa puerta.
Recuerdo cada palabra que le grité.
— ¡No puedes entender lo que significa estar al frente de la manada! ¡Todo recae sobre mí!
Las palabras se sintieron justas en ese momento, cargadas de presión y responsabilidad. Pero ahora, sabiendo que la he perdido, esas mismas palabras parecen veneno. No la estaba culpando, pero ella lo sintió así. Y cuando vi la expresión en su rostro… ese dolor reflejado en sus ojos… supe que había cruzado una línea de la que no habría vuelta atrás.
Mis pies me llevan más lejos de la manada, hacia el claro donde solíamos encontrarnos. La luna llena ilumina el cielo, pero no siento nada más que vacío. Este lugar, donde antes éramos felices, ahora es solo un recordatorio del desastre que he causado. Me detengo en medio del claro, mirando al cielo, buscando respuestas en la luz pálida de la luna.
«¿Dónde estás, Anya?»
El silencio me responde, burlándose de mi desesperación.
Mi pecho se siente como si una mano invisible lo apretara, sofocando cada respiración. El dolor no es físico, pero se siente como si lo fuera. Cada rincón de este maldito bosque me recuerda a ella, a su risa, a la manera en que sus ojos brillaban cuando me miraba con amor. Ahora, solo quedan sombras, recuerdos que no hacen más que atormentarme.
La culpa me consume. La discusión no fue más que una gota en un océano de problemas. Yo sabía que ella estaba luchando, que su lugar en la manada la había agotado. Pero, en mi ceguera, solo pensé en mí. Pensé en la responsabilidad que cargaba, en las expectativas de mi manada, en el maldito conflicto con la otra manada que amenazaba con destruirlo todo. Y la empujé. En lugar de acercarme a ella, en lugar de apoyarla, la empujé lejos.
«¿Cómo pude ser tan estúpido?»
Debería haberla buscado en ese mismo instante, haberla seguido antes de que desapareciera. Pero no lo hice. No me atreví. Quizás parte de mí no quería enfrentar lo que realmente significaban mis palabras. Tal vez tenía miedo de que ya no me quisiera, de que lo que teníamos estuviera roto más allá de la reparación.
Y ahora, aquí estoy, vagando por la oscuridad, buscando un rastro que quizás nunca encuentre. No sé dónde está, y la incertidumbre me está matando. ¿Está bien? Esa pregunta es la que más me atormenta. La idea de que esté herida, sola, me carcome por dentro. He enviado a los mejores rastreadores, he recorrido cada centímetro de Silver Creek, pero ella se ha ido. No sé a dónde. No sé si alguna vez volveré a verla.
Me dejo caer sobre una roca cubierta de musgo y cierro los ojos, intentando respirar profundamente. El aire frío llena mis pulmones, pero no hace nada por apaciguar el caos en mi interior. Los recuerdos de esa noche vuelven a invadirme, imágenes de su rostro mientras me gritaba con lágrimas en los ojos.
— ¿De verdad piensas que esto es fácil para mí? —su voz se resgo —¿Que no estoy luchando por nosotros?
Dioses, cómo me odio por lo que le respondí.
— ¡No necesito que luches por mí, Anya! ¡Sólo necesito que no te metas en mi camino!
En ese momento, estaba cegado por la furia, por la presión de liderar una manada bajo amenaza. Pero lo que realmente quería decir era que la necesitaba más que a nada en este mundo. Y ella se fue antes de que pudiera decírselo.
Maldigo mi silencio. Maldigo mi orgullo.
No sé cuánto tiempo he pasado aquí, bajo la luz de la luna, pero parece una eternidad. El bosque sigue en calma, ajeno a mi tormento. Siento que estoy atrapado, congelado en este momento, incapaz de avanzar o retroceder. Sólo quiero volver a verla. Necesito verla. No para suplicarle perdón, aunque lo haré, sin dudarlo. Necesito saber que está bien. Que no he arruinado todo.
Pero, ¿y si ya es demasiado tarde?
La duda me persigue, como un lobo hambriento acechando en la sombra. ¿Y si nunca me perdona? ¿Si nunca vuelve?
No puedo permitirme pensar en eso, pero el pensamiento se clava en mí como un cuchillo. No puedo dejar que todo lo que construimos se desmorone. No puedo perderla. No de esta manera.
Me levanto con dificultad, mi cuerpo pesado, pero mi resolución más firme. Aunque no sé dónde está, aunque no sé si alguna vez podré reparar el daño que hice, no puedo dejar de buscarla. No puedo rendirme.
Respiro hondo, dejando que el frío aire nocturno me devuelva algo de claridad. Debo encontrarla. Y cuando lo haga, cuando la vea de nuevo, le diré lo que nunca pude decirle. Le diré cuánto lamento haberla lastimado, cuánto la necesito. Le diré que, sin ella, todo lo que soy no tiene sentido.
La luna brilla sobre mí, pero no siento su luz. Sólo hay sombras en mi corazón. Pero aún así, avanzo. Porque, aunque esté perdido, la búsqueda de Anya es la única cosa que me mantiene en pie.
En el crepúsculo de una vida compartida, Aiden y Anya se encontraban en la cima de una colina que dominaba el vasto territorio que habían protegido y amado durante décadas. El sol poniente teñía el cielo de tonos anaranjados y púrpuras, reflejando la calidez de los años vividos juntos.Aiden, cuyos cabellos habían adquirido destellos plateados con el paso del tiempo, mantenía la misma postura erguida y firmeza en la mirada que lo caracterizaba como líder. Anya, a su lado, irradiaba una serenidad y sabiduría que solo los años podían otorgar. Sus manos entrelazadas eran testimonio de un amor que había resistido pruebas, desafíos y alegrías innumerables.Observaban en silencio cómo las nuevas generaciones corrían y jugaban en los prados, libres y seguros gracias al legado que ellos habían construido. La risa de los jóvenes resonaba como una melodía familiar, evocando recuerdos de tiempos pasados.Anya giró su rostro hacia Aiden, sus ojos reflejando gratitud y amor profundo.—Hemos recorr
En lo profundo del bosque, donde los árboles centenarios susurraban secretos olvidados y la luz se filtraba entre las hojas en destellos de magia, se alzaba un claro oculto, casi místico, testigo de innumerables rituales y encuentros sagrados. Aquella noche, bajo el manto plateado de una Luna que reinaba en lo alto, Luz, la hija de Aiden y Anya, practicaba su magia con una naturalidad que dejaba atónitos a quienes la observaban. Sus cabellos, tan oscuros como la noche, caían en cascada alrededor de su rostro, enmarcando unos ojos que parecían guardar el reflejo de mil estrellas. Desde pequeña había mostrado dones que recordaban a su madre, pero también poseía una intensidad propia, una fuerza mágica que emergía con cada movimiento de sus manos. Con cada conjuro, el aire se llenaba de una energía vibrante y pequeños destellos de luz danzaban en el crepúsculo del claro.Aquella noche, mientras Luz trazaba delicadas runas en el suelo con tiza blanca, concentrada en invocar la esencia de l
Narrado por AidenLa noche había caído con una solemnidad que parecía abrazar cada rincón del bosque y nuestra cabaña, transformando el ambiente en un escenario sagrado. Hoy era un día especial, un día en el que la manada se reunía para celebrar el paso de Juca a su destino. Después de años de batallas, de pérdidas y de renacimientos, había llegado el momento de que nuestro primogénito, Juca, se iniciara en el ritual que marcaría su ascenso para asumir el lugar de Alfa en el futuro. A mi lado, Anya, mi compañera y amor eterno, me observaba con orgullo y ternura; juntos habíamos forjado un camino de redención y luz, y ver a nuestro hijo crecer era la mayor recompensa que podíamos anhelar.La preparación había comenzado al caer el crepúsculo. La manada, fiel a sus tradiciones, se había reunido en un claro del bosque, donde los árboles centenarios parecían custodiar secretos milenarios. Habíamos pasado semanas organizando cada detalle: los antiguos símbolos tallados en piedras, la dispos
Narrado por AnyaHoy, al mirar hacia atrás en la vasta senda de mi vida, encuentro en cada recuerdo una mezcla de dolor, redención y esperanza. Hubo un tiempo, un oscuro capítulo de mi existencia, en el que la persona que Aiden creía ser—mi compañero, mi futuro—se convirtió en la fuente de mi sufrimiento. Aiden, mi amado Alfa, me maltrató, y esa sombra de abuso nos separó, desgarrando lo que parecía indestructible en nuestros corazones. Aquellos días estuvieron llenos de lágrimas, de noches interminables en soledad, de un dolor que parecía no tener fin. Me vi forzada a alejarme de la persona que una vez amé, a reconstruir mi mundo sin su presencia, sin su violencia, sin su sombra.Pero el destino, en su sabiduría, no permite que el dolor perdure sin enseñarnos una lección. Durante mi ausencia, aprendí a amar de nuevo, a reconstruir mi fortaleza, a redescubrir la magia que había heredado de mis antepasados y que siempre había latido en mi interior. Con el tiempo, y a través de un camin
Narrado por AnyaLa vida en nuestra manada ha florecido de formas que jamás hubiera imaginado. Con el paso del tiempo, los recuerdos del pasado se han fundido en la fuerza del presente, y cada amanecer nos recuerda que el amor, la unión y el perdón son la base sobre la cual hemos construido nuestro destino. Hoy, mientras contemplo cómo han crecido nuestros cachorros, mi corazón se inunda de gratitud, alegría y la certeza de que el legado que compartimos es eterno.Han pasado ya varios ciclos desde el nacimiento de nuestro primer cachorro, Juca, y la manada se ha engrandecido con la llegada de nuevos pequeños que han llenado de luz y aullidos de esperanza nuestro hogar. Juca, con sus ojos curiosos y su espíritu audaz, siempre ha sido el símbolo de nuestro renacer. Pero no fue el único; a lo largo de estos meses, la cabaña se ha llenado de la risa y los juegos de nuestros hijos, quienes han recibido nombres que reflejan la esencia de nuestra historia y la fuerza de nuestra unión.Hoy, c
Narrado por AidenLa noche se alargó con largos diálogos y silencios llenos de comprensión. Sentados alrededor del fuego, compartimos historias de viejas batallas, de momentos de desesperación y de la fortaleza que encontramos en el amor. Cada palabra era un puente entre el pasado y el futuro, y en cada anécdota, las risas se mezclaban con las lágrimas, creando una sinfonía de recuerdos que resonaban en lo profundo de nuestro ser.Recuerdo claramente una de esas noches en las que, mientras el fuego danzaba en la gran sala y las estrellas parecían contar historias antiguas, Marcus se acercó a mí con una mirada seria y melancólica.—Aiden, a veces pienso en todo lo que hemos perdido, en el dolor que nos marcó —dijo en voz baja—. Pero cuando miro a Juca, cuando veo a nuestros cachorros corretear y a la manada reunida en un abrazo de solidaridad, entiendo que todo ese sufrimiento fue necesario para forjarnos. Somos más fuertes de lo que jamás imaginamos.Esa reflexión, compartida en el mu
Último capítulo