La sonrisa en el rostro de su madre se disipó.
―Tienes toda la razón y todo el derecho. Pero siéntate primero por favor, no quiero que te canses. ―la chica obedeció y se sentó de nuevo. ―Sé que crees que me olvidé de tu padre una vez nos dejó, pero no es así. Lo cierto es que recibí una amenaza de George y su hijo. Ya sabes que no soy buena con temas de negocios y esas cosas, tu padre fue quien se encargaba de todo eso. George me propuso casarme con él a cambio de que no nos arrebataran la compañía. No podía permitirme perderla, tu padre te la había dejado a ti, y George era el mejor amigo de tu padre, si era la única manera de conservar la compañía para nosotras tenía que hacerlo. Y cuando nos casamos salió con la idea de que Félix tenía que casarse contigo, se habían enterado de que tu padre te lo dejaba todo a ti y no querían que nadie más que ellos tomaran parte de ella.
―Entonces…¿por qué no consultaste con Henry? Papá confió tanto en él que le concedió su dirección.
―Entiéndeme