— No me hables como si fuese una imbécil, ¡he dicho que me folles, maldita sea! — Grito y la intensidad del agua aumenta y la gruesa vidriera de la ducha explota, dejándome inmóvil por la impresión.
— ¡Nala! — Vuelve a advertirme.
Todo se calma a nuestro alrededor y el agua empieza a salir con normalidad de la ducha y con toda la furia que siento, me pego contra el cuerpo de Ónix.
— ¡Ahora! — grito y alcanzo a observar el reflejo de las llamas en sus ojos, está enojado y e intentando conservar la calma, pero sabe que no podrá controlarme.
— Cómo quieras, mi Luna — Sus manos me toman del culo y me levantan con un solo movimiento.
Enredo mis piernas contra sus caderas en el mismo momento en el que él me gira y empuja mi cuerpo con un exceso de brusquedad