Al llegar a la casa de Luciano, el ruido y el desastre alrededor me sorprenden.
Mientras que Arcas y Ónix están de pie observando a un descontrolado Luciano, lanzando todo lo que encuentra a su paso contra las paredes. Sus betas llegan corriendo y se encuentran con la misma imagen que mis incrédulos ojos observan.
— ¡Fuera, lárguense todos! ¡Déjenme solo! — El grito de Luciano es desgarrador, parece un lobo herido, quejándose por las esquinas.
— ¡Salgan! — La orden de Ónix es ejecutada de inmediato y Ónix, Arcas y yo, nos quedamos en el lugar.
— ¡Es su culpa! — exclama Luciano con tanta ira dirigiéndose hacia mí, que yo solo parpadeo sin comprender a lo que se refiere — Todo esto empezó desde que llegaste. El hombre sin olor solo nos está siguiendo por su culpa y esa estúpida profecía solo está acabando con todos nosotros — Sus manos tiemblan y el odio en su mirada me hace sentir realmente incómoda.<