Eva
Me habían tenido presa por quién sabe cuánto tiempo. Su Majestad me había dejado aquí para que fuera espía de estos imbéciles, y yo no estaba acostumbrada a hacer las cosas mal o a medias. Si estaba obligada a hacer de doble traidora, no me quedaba otra que hacer mi labor bien.
—¿Esto es todo lo que tienen? —dije, empezando a sentir lástima al ver a mis oponentes.
—Es una mujer que no conoce su lugar. Se cree más importante que todos —comentó Alfa Simón con desprecio.
Dos lobos venían a atacarme. ¿Eran ciegos y sordos o simplemente muy brutos? Había estado peleando todas las noches durante días y no había perdido ni un solo encuentro. Se supone que era mi forma de castigo, y sobraban voluntarios. Dicen por ahí que hay que luchar para llegar a la cima, y mi cima era estar en esta casa y descubrir qué secretos ocultaban.
—Por la diosa, ¿podrían dejar de enviarme lobos tan malolientes y feos? —dije suspirando. Los lobos se miraron con esa sonrisa de suficiencia, convencidos de tener