Eva
El rugido de Valerius resonó en las paredes de la sala como un trueno. Su furia era palpable, su rostro una máscara de rabia contenida mientras sus ojos se clavaban en los tres guerreros del Rey capturados. Caminaba de un lado a otro, su capa oscura ondeando tras él como una sombra amenazante. Félix alzó las manos en un gesto de suplica.
—Señor, es mentira, ¡alguien está manipulándolo! Quieren verlo caer. Yo nunca... —sus palabras se ahogaron en un gemido mientras se inclinaba, las rodillas tambaleándose bajo el peso de la desesperación.
—¡Te atreves a poner tus sucias garras sobre mi Ágata! ¡Cómo te atreves a decir que soy capaz de ser manipulado como un cualquiera!
Las hechiceras parecían desconcertadas, Ágata bajaba la cabeza, dando a entender que era cierto lo que decía su señor. La mesa estaba servida y yo me disponía a comer lo que saliera.
Alfa Simón también suplicaba, intentando razonar con Valerius, pero sus palabras eran acalladas por la risa cruel de los vampiros prese