Celeste es una chica huérfana en la pobre manada de los Lobos Rebeldes. Huye de su hogar porque su tío, el alfa, quiere casarla con un vampiro temible que solo quiere aprovecharse de ella, ya que dicen que es descendiente de hechiceras, aunque ella nunca ha mostrado ningún poder. Pero, durante su huida, termina en manos de su peor adversario: el Rey de todos los Lobos, quien considera a su manada enemigos y la tiene prisionera bajo su poder. El rey Alaric es un lobo antiguo amargado y violento que se ha dedicado a cazar a todos aquellos que han estado en su contra, pero con la pequeña Celeste no sabe qué hacer. Por un lado, la odia por hechizera y quiere acabar con ella... por otro, no puede alejarse de ella. Tiene muchos enemigos y que alguien le importe, es un lujo que no se puede dar. ¿Pero qué puede hacer cuando su peor enemigo es la persona destinada a estar con él? ¿El Rey poderoso estará dispuesto a sacrificarlo todo por una pobre humana?
Leer másCeleste
Muchos hablan del ganador de una guerra, pero poco se sabe del perdedor. Varias manadas y aliados habían intentado derrocar al rey y a los grandes alfas, y mi manada, los Lobos Rebeldes, perdimos y ahora huíamos desesperados.
—Fracasada, el alfa te llama — gruñe el guerrero de mi tío.
Mi padre fue el hijo menor del alfa de esta manada pobre, sin territorio y sin poder alguno. Simón, mi tío, era el heredero, pero nunca tuvo un hijo. Así que, cuando mi padre apareció con su mate embarazada, tuvo muchas esperanzas. Inclusive no le molestó que mi madre fuera una hechicera; pensó que podría haber un heredero poderoso. Pero todo se vino abajo cuando no mostré ningún poder.
Mi padre murió en una batalla y mi madre, entristecida por la pena, murió. Todos los lobos tienen un rol, algo que hacer, pero yo no servía para nada. Era un fracaso.
Una chica pequeña, encorvaba que trataba de no llamar la atención. Agacho la cabeza, ocultando la fea herida que cruzaba mi cara; me la había hecho justamente mi tío en un momento de furia, “para que todos sepan que no eres nada” me dijo.
—Celeste, por años has estado en esta manada y, aunque no has hecho nada por retribuir, es tu momento —dice mi tío.
—¿A qué te refieres, tío?... digo, alfa —corrijo, él odiaba que yo le dijera "tío"; era una ofensa que yo fuera de su familia.
—Te he encontrado esposo—
No servía para la manada, así que era mi deber era casarme por conveniencia. Al inicio, había interesados porque era hija de una hechicera, quienes eran muy escasas y valiosas. Pero al saber que yo no tenía ningún poder, los candidatos perdían interés
—Este, en particular, cree que, aunque tú no tengas poderes, puedes darle un hijo —responde absolutamente tranquilo, como si no estuviera hablando de que me querían solo para procrear.
—¿Y quién es ese hombre? —pregunto aterrada.
—Humberto, el señor vampiro —responde, y quedo en shock. Escucho la voz de alguien que se entromete: Nana, la anciana de la manada; todos escuchaban su consejo.
—¿Un vampiro? ¡De ninguna manera! Además, es un vulgar mercenario, un asesino a sueldo. ¡La niña no puede casarse con ese monstruo!—
—¡Puede y lo hará! Está convencido de que ella puede darle un hijo, y ¡Él puede darnos un lugar para que la manada pueda esconderse, y la manada está primero! —grita mi tío, y ahora solo había escándalo y gritos, mientras yo deseaba que la tierra me tragara y no tener que seguir viviendo con este miedo.
Nana insistía, siempre había tenido una debilidad por mí. Yo la adoraba, y ella a mí.
—¡Un vampiro es imposible! ¡Yo prometí que ella jamás estaría cerca de un vampiro! —grita ella. Pero yo sabía que mi tío no iba a cambiar de opinión, y por días estuve completamente angustiada. Había visto a Humberto; era un vampiro terrible, malicioso, violento.
Hasta que una noche, Nana me despertó.
—Mi pequeña, tienes que huir—
—¿Huir? ¿Cómo? ¿A dónde?—
—No solo tú, sino todos nosotros. Necesito tu ayuda. Empaca tus hierbas —me puse de pie, saliendo de mi carpa, tomando mis pocas pertenencias, mientras veía más allá a un grupo de mujeres con niños aterrados.
—¡Celi! ¡Celeste! —me gritaron, extendiendo sus manos emocionados. A muchos les había enseñado a leer y les explicaba cosas de la manada, tal como Nana había hecho conmigo.
—Viene otro peligro —dijo Nana mientras caminábamos por la montaña, alejándonos del campamento— Viene gente del Rey andan tras nosotros—
El Rey, el Gran Lobo Guerrero, como le decían. Las historias que se contaban eran terribles, llenas de crueldad y violencia.
—¿Cómo sabes esto, Nana? ¿Por qué no alertaste al alfa y a los demás?—
—Solo lo sé, pequeña, y por ahora eso es suficiente. Andando —contesta.
—¿A dónde van? —escuchamos de repente una voz, y yo me sobresalto. Apareció Elías, un joven guerrero. Éramos amigos cuando éramos pequeños, aunque él se fue alejando de mí cuando empecé a ser considerada un fracaso.
—Elías, muchacho, ven a hacer tu trabajo —espeta Nana. Pero fue entonces cuando escuchamos un rugido atroz y gritos. Sabíamos que el ataque en el campamento ya había comenzado.
—No pueden irse y... —susurra Elías. Era alto y musculoso, tenía el cabello rojizo oscuro y, sin duda, debe ser un lobo fuerte.
—El enemigo viene. Es tu deber como guerrero ayudar a los más débiles. ¡Vamos de prisa, vengan! —exclama Nana, desesperada, y me asombra la rapidez que tiene para su edad. Subimos por una montaña y vimos un túnel. En mi cabeza, más allá, estaríamos libres, pero cuando el ruido se acrecentó, nos dimos cuenta de que el enemigo debía estar pisándonos los talones. Entonces, Nana hizo algo que no vi venir.
—Ve Celeste, pon a todos a salvo —mi corazón se agita, ella siempre me había ayudado y protegido.
—¿Y qué harás tú, Nana?—
—Yo los entretendré. ¡Vamos, que el tiempo es oro! —No podía perderla, y menos dejar a una mujer mayor frente a un enemigo indudablemente poderoso. ¿Qué podría hacer ella?
—Hazme caso, pequeña. Recuerda todo lo que te enseñé y lo que has trabajado con las hierbas. Tienes que tomar tu poción con plata para alejar a los vampiros. Y hay algo muy importante que quiero decirte, Celeste. Algo que debí haberte dicho hace mucho tiempo... —dice nerviosa, pero escuchamos otro rugido y los gritos de un ataque extremadamente cerca.
—¿Nana? ¿Qué cosa? —pregunto, pero ya no hay tiempo. Ella me empuja y le da órdenes a Elías.
—¡Protégelos, protégelos a toda costa! —grita desesperada, y no me dio chance ni siquiera de despedirme. Tomé a los niños y le indiqué a todos que se apuraran mientras íbamos por el túnel. Escuché un grito y sentí el calor de un fuego. Temí no volver a ver a Nana. Hice de tripas corazón e intento cumplir su último pedido.
—Allá, allá hay un claro —indica Elías, y salimos al bosque —Parece que estamos a salvo — reposamos luego de un par de horas, cuando encontramos una cueva. Hasta que escuchamos gritos y órdenes y un gran batallón.
—Nos van a encontrar...—
—Estamos acabados... —susurraban las mujeres y los niños.
—Shh, shh, todos en silencio —dijo Elías, disponiéndose a dar un paso al frente. Yo sabía lo que haría: los distraería, se sacrificaría. Pero él era un guerrero, con él los demás podían sobrevivir, tendrían una oportunidad. Lo detuve y avancé, mientras él me miraba con horror.
—Celi... —me susurró. Ese nombre que me decía cuando era niña. Quizás aún me tenía cariño.
Decían que yo era un fracaso y que no aportaba nada a la manada, pero este era mi momento de hacer algo por ellos. En mi cabeza, escuchaba la voz de Nana, que siempre me decía que nunca me expusiera y que me mantuviera escondida. "Nadie debe encontrarte", repetía. Pero yo no era nada, y confiaba en que a nadie le importaría lo que me pasara.
—¿Quién anda ahí? —dijo una voz femenina.
En poco tiempo, había sido atrapada por lo que parecían ser unas guerreras fuertes, que me arrastraron hacia una fila de gente de mi manada, totalmente sometidos, arrodillados y golpeados.
—Es solo una humana... —dijo una de las guerreras, viéndome con lástima. No sabía qué esperar, hasta que una figura se movió en la oscuridad. Era un hombre alto, y desde donde estaba, podía ver sus ojos verdes brillando.
Me quedé sin aliento. En cuanto se acercó, pude ver su cabello oscuro y su traje negro con detalles en rojo. Nadie tenía que presentármelo, sabía claramente quién era él.
Estaba frente a mi peor enemigo, el que todos temían y a quien nadie quería encontrarse.
Alaric, el Rey de todos los Lobos.
Celeste—Sombras de la Noche es el catalizador perfecto y la única forma de acercarnos realmente a los herejes y controlar esa región. Si alguien inadecuado controla la manada, podría acercarse a los Herejes… inclusive tomar la ciudad —indicó Fabrizio—. Tenemos a Alfa Magnus, es nuestro as bajo la manga, pero no podemos presentarlo ahora. Debemos tener pruebas… y Magnus aún no está preparado.—Alfa Damián está desesperado. Algo está ocurriendo, algo que podría llevar al desastre. La pelea por el poder de esa manada puede llegar a límites catastróficos— indicó Agata.—Por eso las necesitamos, Lunas poderosas— dijo mi rey. —Mi madre me dijo que eran las mujeres sin lobos las que eran desprestigiadas por las manadas, aquellas a las que la diosa Luna favoreció y, finalmente, a quienes mi madre les otorgó el poder. Y yo creo que es la forma en que el equilibrio debe funcionar: no solo los poderosos gobiernan, sino que todas las personas tienen la posibilidad de cambiar el destino. Los lobo
AlaricQuizás había que esperar un tiempo para obtener lo que queríamos, lo que siempre fue para nosotros. Somos criaturas impacientes, queremos tener lo que deseamos cuando y cómo lo queremos. Pero el destino tiene sus propias reglas y, a veces, la espera tiene una razón. Podríamos sorprendernos teniendo más de lo que habíamos soñado.—¿Ya estás despierta, mi pequeña? —susurré, viéndola estirando sus manos. Mis brazos la rodearon y sentí como si el círculo se cerrara, como si tuviera todo lo que deseaba y estuviera completo. —Mi princesa, mi hechicera, porque eso eres, pequeña Bianca. Me hechizaste incluso antes de conocerte —digo, mientras ella me sonríe.Para mí, era una copia de su madre, pero todos insistían en que se parecía a ambos. No fue hasta la noche, justo cuando la luna apareció, que ella llegó a este mundo. Era un mundo difícil y cruel, y quizás ella no lo tendría fácil, pero yo haría todo lo posible para que no sufriera.—Estabas esperando a tu padre, ¿no es cierto? Pues
Celeste—Han sido los meses más largos del mundo —dijo Alaric, masajeando mi cintura y cadera. Va suavemente por mi espalda y yo controlo mis suspiros. Se siente tan bien sus manos sobre mí. Estoy tan cansada y solo él me consuela.—¿Te sientes mejor? —pregunta preocupado mientras acaricia cada espacio libre de mi piel.—Sí, es solo que siento que ella puede venir en cualquier momento.Bianca. Todas las mujeres de nuestra familia tenían nombre de colores. Sentí el fuego en la punta de mis dedos y ya había provocado varios accidentes. El fuego era poderoso, el contrario de mi propio elemento, y complementaba la tierra, que era el de mi rey. La tierra y el fuego podrían crear cosas maravillosas decía Nana.—Has llevado esto con tanta valentía y fuerza, mi cielo. Me siento tan orgulloso de ti.Mi mate estaba cada vez más ansioso y sobreprotector. Los primeros días habían sido escandalosos, Alaric simplemente no lo podía creer. Índigo decía que éramos hechiceras, que teníamos un poder dife
FreyaEl castillo había sido el espacio en el que siempre había soñado vivir desde pequeña. Pensé que iba a ser el mismo, y, sin embargo, solo habían pasado unos años para que todo cambiara radicalmente. Eran las mismas paredes, con los mismos adornos y arreglos. Eran las mismas guerreras protegiendo a Su Majestad, con los mismos trabajadores y consejeros. Y, sin embargo, los cambios no estaban en las paredes ni en las decoraciones.Todo comenzó cuando llegaron las lunas humanas, mostrándonos que nuestro mundo era diferente, no solo de lobos. Lo veía cuando escuchaba la risa de Eva, la ilustre guerrera, en los pasillos bromeando. En Margarita, que había despertado de un sueño aún más largo que el mío. Solía encontrarla en la biblioteca, discutiendo incluso con Su Majestad, mientras Fabrizio la veía con orgullo. Lo veía en las hechiceras, rondando el castillo, despertándolo con sus poderes. Y lo veía, por supuesto, en mi señor: un rey con una mate poderosa, una mujer buena, amable, una
Fabrizio—¿Qué quiere decir con eso, alfa? ¿Que mi reinado es injusto? Se han hecho cambios como nunca antes, y se les ha dado prioridad y respeto a todas las criaturas. Los ataques de rogues han disminuido y, si bien algunos todavía se resisten, no pueden negar que el mundo de los lobos es mejor —clamaba el rey.—Su Majestad tiene razón, pero también ha cambiado, la presencia de las hechiceras... Se dice que nuestra reina es capaz de evaporar a un vampiro antiguo de un solo movimiento —respondió el hombre. Eva me miraba entre escandalizada y divertida, sin poder creer lo que escuchábamos. Alaric no había dado muchos detalles de las hechiceras, pero los rumores eran así, tenían alas propias.—Lo destruyó desde adentro y explotó como un globo —respondió Eva tranquilamente, mientras el alfa se agitaba.—Los lobos tienen miedo. Solo pedimos el derecho de poder solucionar nuestros propios problemas como manada —solicitó el hombre. Alaric estaba entre la espada y la pared, pues, a simple vi
Eva—¡Vamos, Magnus!—¡Tú puedes! — Las hechiceras, Adriana y el Duque habían trabajado en conjunto para traerlo de vuelta. —Sé que tienes miedo. Yo también tuve miedo al salir al mundo, pero es mejor que estar atrapado —le decía al vampiro, y parecía que hasta lo entendiera. —Por supuesto que tu lugar es aquí, con nosotros. Todos queremos conocer tu historia. Fuimos presos de Valerius, pero él ya está muerto y tenemos derecho a tener nuestra vida. El trabajo de las hechiceras había sido fantástico. Yo, estaba absorta por sus dones. Cielito era muy poderosa, pero cada una, tenía algo especial. Su Majestad había habilitado un espacio especial para que las más jóvenes practican. Margarita había creado una biblioteca para que ella y los demás cerebritos se dedicaran a estudiar e investigar. —Vamos a intentarlo más tarde con mi poder —dijo Ágata. Sabía que podía meterse de alguna forma en la mente de las personas, como si el aire pudiera colarse por todas partes. Aterrador, pero funcion
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