Cuando creo que los regaños o ataques van a seguir, el señor Every me abraza con un brazo y camina conmigo hacia el interior de su auto, donde sin mediar una sola palabra, nos subimos y marchamos del caos que hay en la entrada de la empresa.
— Ya puedes soltarme, estas a salvo — dice el señor Every y es en este preciso momento que me doy cuenta de que estoy aferrada al borde de su chaqueta. — L-lo siento — susurro avergonzada. — No me molesta que me toques, lo que me molesta es que toques mi ropa y no a mí — dice el señor Every y yo me ruborizo por sus palabras. — Señor, por favor, compórtese — digo abanicando mi rostro. — Me estoy comportando, si no, estaríamos siendo uno solo y no dos personas. Bueno, o estaríamos siendo tres, quien sabe si ya lo somos — dice el señor Every y cuando creo que est&aac