No regresó a casa cuando se les ordenó replegar el lugar. Lía intentó detenerlo, pero Kael besó su mejilla prometiendo que se aseguraría de unas cosas rápido y regresaría con ella.
Una mentira para tranquilizarla, si le dijera que iba a espiar a los altos cargos de la manada golpearía su cabeza para saber si estaba funcionando bien. El frío de la madrugada se colaba entre las tablas mal ensambladas de las construcciones, y las antorchas ya se apagaban en la plaza central.
-No lo dejes morir, necesitamos información sobre lo que sucede en esa manada. -Fue la orden de VIdar. Kael estaba detrás de la ventana de la precaria clínica.
El curandero, un anciano encorvado de rostro arrugado y dedos huesudos, negó con la cabeza.
-Señor… las heridas son imposibles. No va a sobrevivir. -Podía escuchar los quejidos del Lobo en la camilla mientras el doctor hablaba y actuaba.
-Viejo, no te pregunté eso.- Vidar parecía de buen humor. Lo sabía porque en otro momento podría haber golpeado al anc