Las tensiones aumentaban en la manada, muchas otras fronteras estaban siendo descuidadas y la mayoría de los Lobos que regresaban de sus patrullas (que podían durar días) volvían con el cuerpo agotado y la rabia contenida. Y no solo por la escasez de presas o el frío que aún castigaba los bosques, sino por lo que encontraban al regresar: familias hambrientas, jóvenes sin dirección, ancianos temerosos, y un territorio cada vez más descuidado en las fronteras internas.
Los rumores corrían más rápido que los ciervos que escapaban. Hablaban de saqueos en los bordes, de grupos de Lobos renegados que aprovechaban la debilidad de los Shadow Wolves, y de la creciente frustración en los hogares. Incluso dentro de las casas se percibía. La gente hablaba menos, las puertas se cerraban más temprano. Y aquellos que, por costumbre o valentía, se quedaban a conversar en las calles por las noches, eran advertidos o directamente disueltos por las patrullas internas, hombres de Darian.
Darian lo justif