Separación
La sala del concejo estaba cerrada, pero el calor del verano se colaba igual por las paredes de piedra. El aire estaba denso, cargado con el aroma fresco de las hierbas colgadas en racimos para perfumar y mantener lejos a los insectos. Unas cortinas ligeras se mecían suavemente en las ventanas abiertas, dejando pasar ráfagas de brisa cálida que apenas aliviaban la tensión en la sala.
Kael permanecía de pie, inclinado sobre la mesa central donde un mapa desplegado mostraba, con marcas rojas recientes, los últimos ataques en la región: pequeñas manadas, asentamientos aislados, territorios saqueados sin piedad.
Lemia, la loba de cabello canoso y voz firme, se irguió con su bastón entre las manos y habló con la solemnidad que requería la ocasión.
-Alfa, el tiempo es escaso. La manada necesita estabilidad antes de que usted parta. Si se ausenta sin una Luna definida, la incertidumbre podría envalentonar a quienes esperan una oportunidad para desafiar el orden.
Morgan asintió de