No soy un amenaza
En el momento que Lía se desmayó, Kael corrió a su lado y Ryan fue tomado por sorpresa ¿Cómo había llegado tan rápido desde el porche? Pensó, pero Lía rápidamente se volvió su principal preocupación y cómo ese extraño sujeto la cargaba en brazos llevándola dentro de la casa.
-Abre la puerta. -La voz tan profunda con la que le ordenaba molestó a Ryan, pero nuevamente lo dejó pasar por priorizar a Lía en la situación de emergencia.
Kael recostó en el sofá a Lía y los niños la rodearon de inmediato llamándola, intentando despertarla.
-Ay mi niña!! -Bonnie entró última y con paso presuroso. -Niños no se encimen, dejen que respire. -Fue directo a la cocina y sirvió agua en un vaso.
-Oye ¿Quien eres? -Ryan dejó a la anciana cuidar de Lía y le indicó con la cabeza a Kael que lo siguiera fuera.
No tenía por qué responder o seguirlo, pero la atenta mirada de los tres niños curiosos sobre él, le intuyeron que debía comportarse y dar un buen ejemplo.
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La mañana llegó envuelta en un silencio extraño, como si todo el mundo contuviera la respiración. Eso, en su casa, no era buena señal.
Lía despertó con dolor de cabeza y la sensación punzante de haber dormido mal. No recordaba haberse acostado por propia voluntad
Entonces recordó la voz angustiada de Bonnie, los brazos de Kael sujetándola y manteniéndose a una prudente pero inquietante distancia.
Ahora estaba en su cama, vestida con la ropa de cama y esperaba que fuera gracias a Bonnie. Afuera, el clima estaba hermoso, como si en su vida no se avecinaba un gran tormento.
Se sentó en el borde del colchón. Sally dormía a los pies de la cama y el murmullo de voces provenientes de la cocina indicaba que no estaba sola.
Al bajar, encontró a Bonnie preparando café mientras sus hijos desayunaban felices, como si nada hubiese pasado. Una mirada rápida le afirmó que Kael no estaba.
-Buenos días, dormilona. -Bromeó Bonnie, aunque su tono denotaba preocupación. - ¿Te sientes mejor? -Lía asintió. -Ya te lo he dicho, tu trabajo como madre, instructora ¡y esas búsquedas! te agotan querida… en especial la de ayer, supe que estuviste caminando todo el día en el rastrillaje, no me sorprende para nada que calleras desplomada del cansancio.
Lía aceptó el café que le tendía y el generoso plato de huevos revueltos con pan tostado.
-Yo hice este para tí. -Eliot le mostró el dibujo de unos waffles con sirope encima.
-Mmm, me encanta ¿puedes dibujarle una fresa encima? A mami le encanta la fresa.
Sus hermanos no podían quedarse atrás y comenzaron a robarle los crayones para ellos también dibujar algo delicioso para su madre.
-¿Dónde está él? -Preguntó después de un rato. Bonnie supo de inmediato a quién se refería.
-Salió temprano. No dijo a dónde. Solo dejó esto. -Le tendió una hoja doblada… Frunció el ceño al ver un dibujo con crayón negro…
Lía la desplegó con dedos temblorosos. La caligrafía de Kael era inconfundible: limpia, firme.
"No quise irme sin asegurarme de que estabas bien. Volveré pronto. No estás sola, aunque lo sientas. Cuídalos. K."
El corazón de Lía latió con fuerza. Era el tipo de mensaje que se leía como una despedida... o una promesa y era muy ambiguo…
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Kael no dudó en correr, atrapó el cuerpo de Lía antes de que tocara el suelo. Su calor aún estaba allí, pero la conciencia se le había escapado como agua entre los dedos. La sostuvo con una delicadeza que no combinaba con su porte rudo, con la fuerza de un alfa curtido por la guerra. La cercanía a ella encendía un dolor antiguo. Uno que nunca se había permitido sentir del todo.
-Abre la puerta. -Su voz fue más un gruñido que un pedido, dirigido al humano que lo miraba con desconfianza.
El tal Ryan dudó por un instante, lo suficiente para que Kael tuviera el impulso de derribar la puerta. Pero al final obedeció, con una mirada filosa que Kael sostuvo sin pestañear.
Llevó a Lía al interior, sorteando el torbellino de preguntas infantiles que lo rodeaban como una camada. La recostó en el sofá, cuidando que su cabeza no golpeara, y los trillizos corrieron a rodearla con voces temblorosas.
-Mamá, ¿está bien? -Preguntó uno de los niños al girarse en su dirección, el más parecido a ella.
Kael no respondió. No podía. Porque no lo sabía… y porque el miedo de perderla de nuevo lo tenía agarrado del cuello.
La mujer mayor entró enseguida, y él retrocedió apenas unos pasos, dejando que la mujer tomara el control. Se aferró a la esquina de la habitación como un fantasma que no pertenecía del todo en ese lugar.
Aquel hombre…Ryan, le hizo una seña con la cabeza hacia afuera.
Kael dudó. Nada bueno podría salir de las obvias interrogantes que tenía ese policía y no quería enfadar más a Lía.
Los ojos de los niños estaban sobre él. Tres pares casi idénticos, con un brillo curioso en el hombre extraño en la casa.
Salió con paso lento, sintiendo las pisadas en la tierra como si pesaran más de lo que debían.
-¿Quién demonios eres tú? -Espetó Ryan apenas estuvieron fuera del alcance de los oídos curiosos.-¿Por qué estabas aquí hoy en la mañana?
Kael lo observó en silencio. Era joven, fuerte, de mirada firme. Un humano interesante… y eso lo volvía peligroso para él.
-No te interesa. -Respondió con calma. No era un secreto, pero tampoco era un dato que iba a regalar.
Ryan apretó los puños.
-Si que me interesa… Lía es parte de esta comunidad. Tiene una vida aquí, una familia. No necesitamos a un extraño que aparece de la nada y le provoca un colapso frente a sus hijos.- Las palabras que escogió le dejaron saber a Kael que el muchacho sospechaba quién fue él para Lía… y que era de los niños dentro.
Kael sintió un rastro de respeto por su valentía, pero el lobo dentro de él no toleraba amenazas, ni siquiera las veladas en preocupación.
-Si supieras lo que está en juego, te tragarías esas palabras. -Dijo, avanzando un paso. - No soy una amenaza para ella… No lo soy ahora. -Dejó escuchar su pensamiento lo que provocó preocupación en el otro.
Ryan lo miró como si no le creyera una palabra.
-¿Y qué eres, entonces? -Kael no supo responder. Porque ni él lo sabía del todo. Miró sin mucho interés al muchacho, lo recorrió de pie a cabeza despectivamente.
Volvió adentro antes de que Ryan pudiera seguirlo, y lo dejó allí, sin respuesta.
La noche fue larga.
Kael se quedó en la casa, vigilando desde una esquina en penumbras mientras la señora, Bonnie, cuidaba a Lía y los niños terminaban por dormirse agotados en sus alcobas. No se atrevía a entrar en la habitación donde ella reposaba, pero se mantenía cerca, sintiendo cada cambio en su respiración, cada murmullo de sus labios por los sueños que la molestaban.
Cuando Bonnie lo vio sentado con la espalda apoyada en la pared, los ojos abiertos en la oscuridad vigilando la habitación de Lía… suspiró con resignación.
-Te reconocí enseguida. -Dijo sin necesidad de mirarlo directamente. -Eres el padre, ¿verdad? -Kael no respondió. No necesitaba hacerlo.
Bonnie no lo presionó. Solo dejó una manta cerca y se fue a dormir a la habitación de huéspedes.
-Puedes dormir en el sofá. -Ofreció despidiéndose.
En algún momento, cuando el cielo comenzó a aclararse, escuchó un movimiento de la alcoba. Pies pequeños descalzos que corrían sobre la madera.
Uno de los trillizos, el que olía muy sutilmente a lavanda y ruibarbo, se le acercó con pasos indecisos, como si temiera despertarlo.
-¿Tú eres amigo de mi madre? -El corazón de Kael se detuvo. Ni siquiera se había presentado.
-Sí… Kael es mi nombre.
-Yo soy Eliot. -Dijo el niño. -Mamá dice que no se debe hablar con extraños, pero tú no pareces tan extraño. Bear parece que te quiere. -Apuntó al pastor alemán a los pies del sofá.
Kael le acarició las orejas instintivamente.
-¿Quieres dibujar conmigo? -Propuso aun con su pijama puesta. Se acercó a uno de los muebles del salón y sacó sus colores y hojas.
Kael lo miró, sorprendido por la inocencia desarmante. El niño le tendió un papel y un par de crayones con total naturalidad.
-No sé dibujar. -Admitió. No recordaba haber hecho un dibujo en su vida.
Eliot sonrió.
-Tampoco mamá, pero siempre lo intenta.-Se sentó en el suelo y le ofreció un cojín a Eliot para que se sentara sobre el.. usaron la pequeña mesa ratonera frente a los sillones.
Kael tomó el crayón con torpeza y dibujó una línea… Otra…. Unos ojos, una figura desproporcionada.
Eliot lo observó con admiración.
-Es un lobo, ¿verdad? -Kael asintió. El niño se rió.
-Mamá siempre dice que si vemos algún lobo cerca del borde del bosque debemos entrar.-El niño rascaba su mejilla y dibujaba muy concentrado. -Pero, la otra noche.. -El niño lo miró con mucho secretismo y se acercó más a él. Kael lo miró un poco divertido y acercó su oreja para ayudarlo. -Vi un Lobo negro. -Susurró.
Por primera vez en años, Kael sintió una punzada cálida. Un sentimiento tan viejo y enterrado que apenas podía reconocerlo. Lo había visto en su forma lobuna repasando el perímetro y ni se había dado cuenta.
Eliot bostezó, apoyando la cabeza en su hombro. Kael lo sostuvo sin pensarlo y lo recostó en el sofá, lo cubrió con la manta que había usado y lo dejó dormir un poco más.
Tal vez por eso no se dio cuenta de que Bonnie estaba en las escaleras mirándolos. La mujer asintió con su cabeza aprobatoriamente, en silencio, y se retiró sin interrumpir.
La paz duró poco… porque en el fondo de su pecho, Kael sabía que no podía quedarse. No aún. No cuando la amenaza que lo había obligado a separarse seguía acercándose… cada vez más.
Y pronto, tendría que elegir entre marcharse para alejar el peligro, o quedarse… y enfrentarlo.