Jaqueline
En las últimas semanas me he mantenido lo más profesional posible. Mis pasos eran firmes y controlados. Mi voz, aunque dulce, era distante. Necesitaba mantenerme lo más alejada posible de Alexandre. No hubo un solo día en las últimas semanas en que no recordara mi promesa: enfoque, eficiencia y ninguna emoción.
Alexandre parecía más sombrío cada lunes. Su semblante siempre estaba serio. Cuando pasó frente a mi escritorio, increíblemente sexy con sus gafas oscuras y sin decir palabra, había algo diferente en su manera de caminar. Noté que su mirada sobre mí duró unos segundos más de lo habitual.
Mi cuerpo se estremeció bajo su mirada y agradecí a Dios en silencio cuando cerró la puerta de la oficina. Toqué la puerta y entré como siempre lo hacía cada día. Con un saludo educado, le pasé algunas informaciones de su agenda y pregunté por su café de siempre: fuerte y con poca azúcar.
Mientras preparaba su café, como todas las mañanas, comencé a tararear una melodía suave, distraí