Alexandre
Descubrí dos cosas en la pequeña sala de café. La primera, el efecto que mis toques provocaban en el cuerpo de Jaqueline, y la segunda, cuánto me gustaba irritarla. Observar su rostro enfadado y sus labios carnosos haciendo un puchero me llevaba a la locura de la excitación. Fue divertido y excitante verla nerviosa. Saber cuánto podía afectarla de una manera deliciosa era muy interesante. Jaqueline, además de hermosa, actuaba sin ser consciente de lo extremadamente atractiva que era. Aquella noche había notado que no tenía mucha experiencia, lo que me volvió extremadamente impaciente.
¡Ah, Jaqueline! ¿Si supieras cuántos pensamientos tengo contigo? Y en todos te hago mía». Puedo enseñarle, pensé con malicia, mientras sostenía mi taza de café, con una sonrisa confiada en los labios. Mi humor había cambiado radicalmente después de sentir el calor y deleitarme con los labios de mi asistente.
Mi objetivo era simple. Estaba dispuesto a explorar esa atracción arrolladora que sentí