La novia de mi hijo
La novia de mi hijo
Por: M.R Mayorga
Prefacio

El joven fotógrafo intentaba llamar su atención, pero su rostro estaba acunado en dos manos y un beso delicado terminaba en sus labios. La manera que solo pudo ampliar la sonrisa cuando se encontró con los ojos castaños de su prometido fue capturada en las cámaras profesionales del equipo que había sido contratado para aquel evento.

Sentía el corazón latiendo agitado, la mente estaba revuelta en ideas y la manera que el día ha empezado solo la hace remontarse a la tensa conversación que tuvo unas horas antes de la cena ¿y si era verdad? ¿y si todo lo que él ha dicho es cierto? ¿podría continuar con su compromiso?

Miró a su ahora prometido al lado de ella, moviéndola como si fuera un pequeño títere que cuando se encontraba con las cámaras ampliaba una sonrisa. Suspiró de forma pesada viendo a todos lados y cuando se encontró con los ojos dorados de ese hombre quien solo elevó su trago ante ella en la distancia, pasó saliva y clavó su mirada en el fotógrafo que le pedía que sonriera.

De pronto el anillo en su dedo se ha ajustado dos o tres tallas, el peso en su pecho le ha robado un poco el aire, por lo que solo cerró los ojos y trató de contenerse. No podía ser cierto y si lo era ¿Qué más da? Eso pasó ya hace mucho tiempo, claramente todo ha cambiado desde esa noche y ella no era la misma mocosa que se había perdido la vida siendo la mejor de su clase.

—¿Estás bien?—la voz de su prometido la hizo elevar su mirada.

—Sí, sí, un poco…—sonrió cuando no pudo continuar—creo que iré arriba a refrescarme un poco, han sido muchas emociones y no quisiera salir en el resto de las fotografías sudada y con el maquillaje corrido.

El solo frunció el ceño, acunó su rostro y la miró de frente. Una sonrisa de orgullo se desplegó en su rostro por lo que ella acarició sus manos. Estaba enamorada, de eso se encontraba segura, pero en aquel momento la pregunta que hacía eco en su cabeza era sin duda otra.

—Para mí luces perfecta—respondió este con voz grave—pero ve, ve a ponerte aún más guapa—le llevó todo el cabello largo hacia atrás y le besó la mejilla, acariciándole luego la oreja con un beso—si te pones una bonita tanga de encaje podría hacer que la fiesta termine rápido para luego subir a arrancártela.

La sonrisa fue coqueta en la chica quien solo pudo asentir, recibió el beso con rapidez en sus labios y apenas logró darse la vuelta buscando el interior de la preciosa mansión. Sus pasos eran apurados y cuando el caballero notó la figura en la escalera no dudó en dejarle su trago a un mesero e ir por ella.

La manera que la seguía parecía la ruta al mismo infierno, el perfume femenino ha inundado ya el pasillo y sabe bien a donde se dirige. Si es descubierto en aquel momento las cosas se saldrían de control, pero ya no puede mantener al margen todo lo que ha pensado, sentido y soñado en el último tiempo.

Cuando ella lo notó antes de ingresar a la habitación dio un brinco en su lugar y solo pudo pasar saliva, ya estaba en la habitación que ha compartido con su ahora prometido y no pudo hacer más que dar un paso hacia atrás cuando él, su suegro, ingresó también, cerrando la puerta y poniendo incluso el seguro.

—¿Necesita algo señor Harrington?—consultó con un delicado hilo de voz.

La oscuridad de la habitación apenas delineaba las figuras por las luces externas que iluminaban el evento. La música se colaba como una melodía más suave, las conversaciones eran ecos de un murmullo que no se escuchaba demasiado bien, pero eran los timbales de ambos corazones lo que en aquel espacio causaba incomodidad auditiva.

—¿Señor?—detalló en su boca, viendo como este dio un paso hacia ella.

—Ahora estás comprometida con mi hijo—él fue grave, claro que ese tono era único y erizaba donde nadie más lo había conseguido. El nuevo paso que lo acercó a ella prácticamente la hizo tiritar—y solo hay una cosa que no me dejó de preguntar.

Notó como el cuerpo femenino soltó un pesado suspiro, se estremeció incluso completo cuando él se pegó más a ella y le elevó el rostro desde el mentón. Sus miradas se encontraron cargadas de pasado, de misterio y un secreto que si sale al mundo podría arruinar lo que los dos ya consiguieron.

—¿Qué?—alcanzó a preguntar en una voz trémula.

—¿Ya has olvidado como se siente mi lengua recorriendo cada rincón de tu cuerpo?

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