Quedé paralizada. Mi cuerpo no respondía; todo mi mundo se redujo a la fría punta de la pistola frente a mí y a la mirada implacable de Liam. Por un instante, mi mochila resbaló de mis hombros y cayó al suelo con un golpe seco que pareció retumbar en mis oídos. El sonido me hizo sentir aún más vulnerable, expuesta y pequeña.
—Espera… espera, por favor —logré balbucear, con la voz temblorosa—. Solo quería… solo quería recuperar el collar. Nada más. Es… es muy importante para mí.
Liam inclinó la cabeza y dejó escapar un quejido que mezclaba burla y desprecio.
—¿Crees que te voy a creer algo así? —dijo, con un tono que me heló la sangre—. Estás loca, mujer.
Antes de que pudiera reaccionar, sonó su teléfono. Liam lo atendió y escuché un instante de conversación que me puso la piel de gallina. Luego, señalando hacia mí, ordenó:
—Fabián, llama a uno de los guardias y tráela de inmediato. Quiero que investigues todo sobre esta mujer. Creo que es una espía.
Mi corazón dio un vuelco. Tragué sa