POV: Alexander Líbano
No dormí.
La noche entera se me fue en vela, sentado frente al ventanal de mi despacho, observando cómo la oscuridad se tragaba el horizonte mientras mi mente giraba sin descanso. Cada sombra me parecía una amenaza. Cada ruido, un susurro de su nombre.
Carttal.
El maldito nombre que había jurado borrar de la existencia. El mismo que Aslin gritó tantas veces cuando creía que nadie la escuchaba. Ese que debió estar muerto y enterrado. Un recuerdo. Un polvo en el viento. Pero ahora era una sombra. Una sombra viva.
Y si no lo destruía pronto… terminaría por arrebatarme todo.
Me incliné hacia adelante con los codos apoyados en las rodillas, las manos entrelazadas, los ojos clavados en la nada. Había tenido el control absoluto. Cada movimiento, cada decisión, cada mentira había sido calculada. Había construido este imperio para ella. Para tenerla. Para poseerla.
Y ahora… todo pendía de un hilo.
La puerta del despacho se abrió con dos toques apresurados.
—Adelante —gruñ