Mundo ficciónIniciar sesiónLa mansión respiraba en silencio.
Afuera, la lluvia golpeaba rítmicamente contra los altos vitrales, escurriéndose en surcos torcidos como lágrimas contenidas. Dentro, solo el arrastre de las maletas y el sonido suave de las botas de Aurora corriendo sobre el mármol rompían la quietud.
Isabella revisaba por tercera vez el cierre de la última maleta. Doblando la bufanda de la niña, acomodó la capucha del abrigo afelpado y comprobó, con la calma entrenada de quien esconde tormentas, que el medicamento para las madrugadas de Aurora estuviera en el bolsillo interno de la mochila.
La niña iba y venía, emocionada por el viaje a la casa de la abuela, y eso hacía que el corazón de Isabella se entibiara, a pesar de







