DAVID
Se sienta de un salto en la cama. Su estómago no parece estar tan mal.
—Cariño, ¿ya no te duele el estómago? ¿Te sientes mejor?
Parpadea y hace ese gesto típico cuando recuerda algo importante que había olvidado.
—Ah, sí —dice y se echa de nuevo mientras se toca la barriguita con ambas manos—. Me sigue doliendo mucho. ¿Pero, Andrea también se sigue sintiendo mal?, o ¿ella ya está mejor?
Esto me parece un chantaje.
—Alexia, no me cambies la conversación y dime la verdad. ¿Realmente te enfermaste o es solo una excusa para no ir mañana al colegio?
—No, papi, realmente he tenido mucho dolor desde la tarde; pregúntale a Hilda, ella llamó al doctor, vino y dijo que algo que desayuné me hizo daño.
—Bueno, está bien, te creo —respondo y beso su frente. La cubro con el resto de las sábanas—. Entonces duerme ya.
—Papi —dice, cuando ya estoy de pie. Giro y la miro—. Dile a Andrea que vuelva cuando se sienta mejor, la extrañamos mucho, yo la extraño mucho, quiero que vuelva a arroparme toda