Una soleada tarde de sábado, William está rebosante de emoción. Después de varios días insistiendo, por fin logró que Valentina aceptara ir a su casa a jugar. Desde temprano, William se encargó de organizar su habitación y asegurarse de que todos sus juguetes favoritos estuvieran listos para impresionar a su amiga.
Winnie, al notar su entusiasmo, decide preparar algo especial para los pequeños invitados: una sangría de frutas sin alcohol y unos sándwiches creativos. Mientras corta las frutas, observa a William frente al espejo, arreglándose el cabello con más cuidado del habitual.
—¿Quieres que también saque la vajilla de porcelana para tu cita? —bromea Winnie con una sonrisa.
William se sonroja pero responde con rapidez:
—¡No es una cita, mamá! Es solo que Valentina nunca ha venido aquí y quiero que se sienta cómoda.
—Claro, claro. Pero si necesitas velas o música romántica, avísame.
—¡Mamá!
Winnie suelta una carcajada y le revuelve el cabello antes de volver a la cocina.
Cuando Vale