Todos volvieron a la ciudad, algunos renovados y otros atormentados.
Zia en especial estaba necesitada de dinero, hacía más de una semana que no tenía ni un centavo consigo, viviendo solo de apariencias. Pero no podía pedirle dinero a Francesco, ¿Cómo le explicaría a su prometido que necesita dinero si su familia es millonaria?
Por esto debía pensar bien como chantajear a su suegra todo debía ser perfecto y sin levantar sospechas, de esto dependía poder tener su dosis de droga que era su amor y devoción al dinero.
Lo primero fue quitarle un auto prestado a su padre, nadie podía saber a dónde iba, ni mucho menos qué haría, después, desde una biblioteca pública usar una computadora para enviarle las fotografías a Marlene.
“Buenos días señorita Marlene”
Empezaba a escribir Zia, desde una nueva cuenta de correo electrónico, prácticamente imposible de descubrir quién la enviara, dado que cientos de personas entran a esta biblioteca al día.
“He descubierto su secreto, la pequeña C