— Entiendo — asintió Julia —. Antes, Emilia me compró un teléfono nuevo con un número diferente. Lo buscaré, lo cargaré y así podremos comunicarnos.
— Bien, espera mi mensaje — fueron las últimas palabras de Daniel.
El corazón de Julia tembló ligeramente. Menos mal que Daniel aceptó ayudarla; de lo contrario, no sabría a quién más recurrir.
Después de resolver este asunto, se sintió más tranquila. Encontró su antiguo teléfono y lo puso a cargar en la oficina. Justo en ese momento, para su sorpresa, Gael la llamó. Julia se sobresaltó, dejó el teléfono y respiró profundamente antes de contestar.
— ¿Qué estás haciendo ahora? — preguntó Gael.
Julia sintió que su espalda se tensaba y respondió suavemente:
— Estoy trabajando.
— ¿Cómo vas con lo que te pedí que hicieras?
Julia, con el corazón latiendo frenéticamente, contestó con voz tenue:
— Hay un montón de guardaespaldas custodiando Villa de Oro. No puedo ni acercarme al despacho.
De repente, Julia se alegró de que hubiera guardias en Vill