Así que Cristina adoptó una actitud de víctima resignada.
—Lo siento —dijo Julia de repente.
Su voz era fría y clara. En cuanto habló, se hizo el silencio. Andrés frunció el ceño y la miró.
Julia se acercó a Cristina y dijo con sinceridad:
—Lo siento.
No quería deberle nada a Andrés. Tampoco quería seguirle el juego a Cristina.
¿No quería Cristina demostrar su magnanimidad y obediencia? Pues Julia no iba a cooperar. Se disculpó sinceramente y luego se quedó allí con la mirada baja.
Con esta acción, Cristina se quedó perpleja, movió los labios pero no pudo decir nada.
Julia preguntó:
—Cristina, ¿me perdonas? Si es así, me iré. Si no, puedo llevarte a ver a un médico.
Si a Cristina le gustaba presumir de generosa, Julia le seguiría el juego preguntándole si la perdonaba.
Todos los miraban. Cristina no se atrevió a decir que no la perdonaba. Asintió levemente y dijo:
—Nunca te culpé.
—Me alegro. Temía que te sintieras mal. Ya que no me guardas rencor, mi equipo y yo nos iremos —dicho esto