Julia miró las expresiones de ambos: su padre estaba muy preocupado, mientras que su abuela parecía asustada. Ahora que la familia por fin estaba mejorando económicamente, la abuela no quería que Julia ofendiera a Andrés.
Julia pareció entender la mirada de su abuela y, tras un momento de silencio, dijo:
—No pasa nada, solo vine a cenar con ustedes. Me iré después de comer.
Diego suspiró aliviado.
La abuela también se tranquilizó y le dijo a Julia:
—Andrés ha ayudado mucho a nuestra familia. Deberías tratarlo bien y ser más complaciente con él.
Julia bajó la mirada sin decir nada.
Durante la cena, la abuela no paró de aconsejarle que controlara su temperamento y no se enojara tanto con Andrés.
A Julia no le gustaba escuchar eso. Apenas probó un par de bocados y salió al patio.
Diego la siguió y le preguntó:
—¿Pasó algo?
Julia negó con la cabeza.
—No, nada.
Diego notó que ella no quería hablar y, tras un momento, dijo:
—Así es la vida de casados, siempre hay pequeños roces. Si quieres q