El Anexo del Corazón
El sol de la tarde en Nisaki era una obra maestra, pero Jack no lo veía. Sus ojos estaban fijos en Antonia, o más bien, en la forma en que el sol atrapaba el ébano de su pelo y la hacía parecer tallada en oro viejo.
Habían llegado a la isla privada hacía poco, y la 'prueba de fuego' del abuelo Stavros y el Sr. Lin había comenzado con una relajada, pero intensa, sesión de ‘convivencia’ en la cubierta del yate.
Estaban sentados en la popa del Titán, un yate de proporciones absurdas. El Sr. Lin estaba inmerso en una conversación con Stavros, una mezcla de negocios y anécdotas navieras.
Mei Lin, por su parte, había ejecutado una maniobra de flanqueo magistral, acomodándose en un sillón a la izquierda de Jack, sus movimientos tan fluidos y calculados como una jugada de ajedrez.
Jack, sin embargo, estaba hipnotizado. No por el sutil aroma a jazmín de Mei Lin, ni por el lino blanco impoluto de su atuendo.