Capitulo 4: Mi venganza

Federico

—¡Suéltame, idiota!—Isabel grita molesta

No ha dejado de gritar en todo el camino hacia mi casa he considerado cubrir su boca con cinta.

Esta mocosa ya me está desesperando.

No me contuve y le pegue una nalgada lo cual solamente aumento sus gritos e insultos.

—¡Hijo de...!

Soy consciente de que si la bajará de mi hombro ella sería capaz de golpearme.

Aún me duele la cabeza porque la salvaje me golpeó con la lámpara en la cabeza.

Hubiera sido mejor que me case con una mula loca en lugar de con Isabel. Esta mocosa está completamente demente y la verdad tiene a quien salir.

No tarde más de seis minutos en subir rumbo hacía mi habitación para arrojarla a la cama. La deposité entre mis sábados sin ningún tipo de cuidado y pude percibir el terror en su mirada.

—¡Me vas a violar! ¡Maldito enfermo!.— Exclama molesta

—¡Cierra la boca, Isabel! ¡No tienes una idea de lo que soy capaz!.

—¡No te tengo miedo, imbécil!.

Cualquiera de mis empleados temblarían ante mis amenazas, pero Isabel me desafía y me reta como nunca nadie lo había hecho.

No estoy acostumbrado a este tipo de desobediencia.

—¡Lo que le hizo a tu amiguito es solamente una probadita, pequeña!.—Le advierto

Me acerqué a uno de los estantes de mi closet y tomé aquel elemento brillante cuando Isabel lo miro me percaté del terror en su mirada.

—¡No te atrevas!.—Me amenaza intentando reprimir su terror, pero la mirada la delata.

—Tú me obligaste a hacerlo.

Ella intenta huir, pero le ganó en fuerza y me posicioné arriba de ella. Sostuve sus brazos arriba de su cabeza y le esposé las muñecas a la cama.

—¡Si me violas te juro que cuando me libere te la corto estúpido!.

No pude evitar reír porque me hacen gracias sus insultos.

Nunca me imaginé que ella tendría está personalidad. Me la imaginé como una mujer más recatada, tranquila y sumisa.

Debo admitir que su maldito carácter no estaba dentro de mis planes, pero eso no impedirá que lleve a cabo mi venganza.

Pronto encontraré la forma de domarla y hacerle pagar todo el daño que me causo su m*****a familia.

—Tienes la boquita muy sucia para ser una señorita de su casa.

Me posicione arriba de ella y lleve mis manos hacía sus mejillas acomodando su cabello detrás de sus orejas.

Su cabello me fascina. Es rizado, largo y color dorado, la hace parecer una auténtica princesa.

Y sus ojos color miel son muy bellos y expresivos.

Me encanta, pero también la odio porque además de su cuerpo y su piel, la sangre que corre por sus venas refleja ese maldito apellido, Montenegro.

—¡Deja de mirarme así, maldito psicópata!—Grita molesta.

—Si lo hubiese deseado hace mucho tiempo serias mía.—Le hago saber

Lleve mis manos hacía su blusa rota y me encargue de terminar de desgarrarla y arrojarla al suelo dejándome expuesto su brasier en tono blanco.

Me percató de que ella contiene sus lágrimas. Es demasiado fuerte para permitirse llorar y en ese aspecto nos parecemos.

Planeo destruirla en todos los sentidos, pero abusar de ella es un límite que jamás cruzaría, sin embargo, ella no tiene porque saberlo.

Deje varios besos en su cuello percatándome de que su piel ya posee marcas.

Le advertí al imbécil de Ulises que solamente podía besarla, pero no soy Idiota y soy consciente de que seguramente ese tipo se acostó con ella.

—¡Ay!—Se queja cuando deje mordidas en su cuello, pero no me detengo.

No me interesa ser gentil con ella porque no se lo merece. Llevando la sangre que corre por sus venas no debe ser más que un monstruo.

Deposité besos en cada parte de su cuerpo hasta posicionarme en su ombligo lamiendo aquella zona mientras bajo su jean de sus rodillas para abajo. Es increíble lo exquisita que es su piel.

Ella intenta pegarme patadas, pero no puede impedirlo.

Cuando levanté la vista me percaté de que varias lágrimas resbalan sobre sus mejillas y en ese momento entendí que ya he logrado mi cometido.

—No te tocaré porque no me gustan las mocosas chillonas como tú. Prefiero a las mujeres de verdad.—Manifiesto arrogante

—No me importan tus gustos. Si quieres dinero estás perdiendo el tiempo porque mi abuelo no te daría un peso por mí.—

Dinero es lo que me sobra —Lleve mi mano hacía su cuello —Escúchame muy bien, Isabel, a partir de hoy me obedecerás en todo lo que te pida; o tus abuelos y tus hermanas pagarán las consecuencias.

—No te atrevas a tocarlos...

—¿La menor cuanto tiene? ¿Diecisiete años? sería una pena que sufran un accidente.

—¿Qué quieres?— Inquiere preocupada, creo que se ha percatado de que podría destruirla si lo deseara

—Que cumplas con tus obligaciones de esposa.—Deje un beso en su mejilla —Te has portado muy mal y por ello, pagarás las consecuencias, te quedarás cuarenta y ocho horas aquí sin probar alimento ni bebida. Aprenderás a obedecer por las buenas o las malas.—Sentenció antes de salir de la habitación cerrando la puerta con llave.

—¡Qué son esos gritos, mi niño!.—Me pregunta mi nana cuando se acerca a mi habitación.

—No le prestes atención, nana.—Le regaló una sonrisa —Simplemente mi esposa está algo paranoica. No quiero que nadie le abra la puerta, ya se cansara de gritar.

—No me gusta lo que estas haciendo. Ella no tiene la culpa.

—Yo tampoco la tenía, pero alguien tiene que pagar.—Le hago saber —Si no quieres ser parte de esto puedes irte cuando lo quieras.

—Nunca te dejaría solo mi amor. Eres como un hijo para mí.

Abril es mucho más que una madre para mí desde aquel horrible día en el cual me quede prácticamente solo en este mundo.

—Lo sé, nana, sé que eres muy buena, pero no quiero que seas amable con Isabel.

Ella niega con la cabeza —Te adoro, pero no me ordenarás que hacer.

—Dentro de unos días los demás sirvientes regresarán, por lo pronto, yo los atenderé a ti y a tú esposa, conozco tus gustos a la perfección.

—Muchas gracias, nana.—Deposite un beso en su mejilla antes de alejarme.

Cuando llegue a la salida de la mansión me percaté de que dos de mis hombres de seguridad tienen a alguien entre sus brazos.

—No entiendo ¿Por que estos tipos me detuvieron? —Exclama Ulises molesto

—Son órdenes mías —Le respondí sin más

—No entiendo, señor.— Murmura incredulo en un tono tan bajo que me es difícil escuchar

—Te advertí que regresarás a Londres. Allí debes atender unos negocios.

—Lo sé, señor, pero quiero ayudarlo a encontrar a Isabel aun mi trabajo no ha concluido.

Reí fuerte porque no puedo creer que este niño piense que me verá la cara. Lo conozco desde que es un mocoso y por supuesto, no es más listo que yo.

Si he sobrevivido durante tanto tiempo es por mi astucia.

—Mi esposa ya no es tu asunto.

—Es mi mujer.—Musita para sí mismo.

—Te advertí que no la tocaras.—Lleve mis manos a su cuello ejerciendo fuerza —La virginidad de Isabel era algo que me correspondía a mí y si no te asesinó es para no causarle un dolor a Abril.

—Créame que no lo planee; simplemente, me deje llevar por el momento. Isabel fue mía, mi mujer, ya no es virgen y no le sirve para su venganza. Yo lo ayudo a buscar otra forma de vengarse, pero no la lastime por favor.

—Te advertí que no te enamores, niño, pero no quisiste escucharme. Isabel es mi propiedad a partir de hoy la tratarás como a la esposa de tu jefe. No tengo que recordarte todo lo que me debes—Él niega con la cabeza y yo prosigo—Si siquiera la miras no me importara quien seas y te acabaré.—Me centre en los guardias de seguridad— Escolten a Ulises al aeropuerto y asegúrense de que aborde un avión.

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