Eleanor parpadeó, como si despertara de un trance, y miró a Edán con una expresión de sorpresa. A pesar de que siempre había sido su cómplice en los comentarios sarcásticos sobre Herseis, en ese momento parecía casi conmocionada. Algo en su interior comenzaba a resquebrajarse. Ese joven que ahora sabía que era Helios, el esposo de Herseis, había dejado una impresión que no podía sacarse de la mente. Algo cambiaba dentro de ella. Había algo de fascinación, de sorpresa y hasta de envidia por aquel hombre al que Herseis le había arrebatado el corazón, como lo era Helios Darner, el joven magnate.No podía evitar compararlo en su mente con Helios. La presencia de Helios, su porte seguro, la fuerza tranquila en su mirada... era todo lo que Edán nunca había sido. Donde Edán era nervioso y propenso al enojo, Helios irradiaba calma y confianza. Eleanor, por primera vez, sintió que toda la burla que había lanzado contra Herseis se volvía un arma de doble filo. Tal vez esa mujer no era tan frívo
En uno de los bordes laterales del amplio salón de eventos, Henry observaba la escena con una mezcla de asombro y curiosidad. Se encontraba junto a Hell Haig, la conocida y temida jefa mafiosa. La mujer proyectaba una presencia imponente, con un aura de peligro apenas disimulado y una expresión serena, que no permitía leer demasiado en sus gestos. Junto a ella, Hell, su hija, permanecía en silencio, mirando de manera fija y estudiando cada detalle con ojos atentos y llenos de una inquietante serenidad. La pequeña no hablaba, pero estaba claro que había heredado la misma perspicacia de su madre, pues parecía captar incluso los matices más sutiles de las conversaciones a su alrededor.Henry, aún impactado por la declaración de Helios y el giro inesperado en la vida de su amigo, miraba a la pareja en el centro del salón. Recordaba, vagamente, la primera vez que Helios le había mencionado a Herseis. Jamás hubiera imaginado que la relación con ella evolucionaría tanto ni que el compromiso
Luego de su anuncio público, fue tendencia por varios días. Eran más los comentarios de las mujeres que se mostraban encantadas por él, ya que era demasiado hermoso. Frases como: Mi dios del sol, es tan ardiente, me enciende; él es mi verano. Fue apodado: El Joven Magnate, al ser hijo de Hariella Hansen, La Magnate.Incluso en sus propios empleados y gerentes este apodo fue acogido de manera formal y de exaltación para dirigirse a él. Los Hedley fueron los más contentos con este anuncio, mientras que los Grey y los Whitmore se tragaban su orgullo y su mediano poder ante la presencia del brillante y dorado Helios, que destacaba entre todos como el ser que más luz irradiaba. No había quien se le comparara en belleza, juventud y resplandor divino. Era una entidad divina, digna de admiración y devoción total. Era un dios griego.En el fin de semana acompañó a Herseis al club del té. Cargaba a Horus en sus brazos.Helios entró al salón con una sonrisa encantadora, seguro y, a la vez, curio
Con el paso del tiempo, Helios y Herseis habían sentido crecer en ellos un deseo renovado de ampliar la familia. Su relación había alcanzado una madurez y profundidad que les daba la certeza de que querían más hijos, y, esta vez, sin las limitantes del pasado, decidieron probar la inseminación in vitro. Aunque había sido un proceso emotivo y lleno de expectativas, se sentían emocionados por lo que vendría. Y cuando, finalmente, los médicos les confirmaron que Herseis estaba esperando mellizas, la noticia había sido recibida con una mezcla de euforia y ternura.Durante el embarazo, Helios y Herseis compartieron momentos únicos, desde la elección de los nombres hasta las preparaciones en casa. Cada detalle se cuidaba con un cariño que hablaba de lo ansiosos y felices que estaban de recibir a las nuevas integrantes de la familia. Herseis, al sentir las primeras pataditas y movimientos de sus hijas, pasaba horas imaginándolas: sus rostros, sus risas, sus personalidades aún desconocidas. H
Dos años después, con Horus un poquito más crecidito, al igual que las mellizas Herses y Circe, los dos hicieron planes para casarse. Invitaron a sus padres, los Hansen Darner, a los Hedley, a Sofía y a las mujeres del club del té. A Henry, Hell y a su hija. Además, Henrietta que, de nuevo se volvió a encontrar con el mesero Harold.La catedral estaba impregnada de un aire solemne y romántico, con la luz que se filtraba a través de los vitrales pintando el ambiente en tonos suaves y vívidos. Los invitados tomaban sus asientos entre murmullos de anticipación y sonrisas emocionadas. Henry, Hell y su hija estaban presentes, observando con interés la mezcla de caras conocidas y figuras importantes que llenaban el lugar. Henrietta, elegante y radiante, ocupaba su sitio al lado de Harold, el mismo mesero de aquel evento en el que había descubierto quién era realmente Helios. Mientras tanto, la familia Hansen Darner compartía un banco con los Hedley, todos ellos luciendo una mezcla de emoció
En el gran salón donde los invitados conversaban y disfrutaban de la elegante recepción, Henry y Hell se encontraban de pie cerca del piano, observando en silencio la interacción de los demás. Henry, siempre curioso y atento a los detalles, no había podido evitar fijarse en la actitud callada de la hija de Hell, una niña de aspecto serio y cabellos oscuros que parecía tan ensimismada como su madre. Finalmente, en un intento por romper el hielo, se giró hacia Hell y comentó:—Su hija es bastante callada, ¿no?Hell lo miró, con una expresión pétrea en su rostro, apenas esbozando una reacción. Henry apenas podía adivinar si había dicho algo inapropiado, pero la respuesta de ella no tardó en llegar, directa y con un matiz afilado en su tono.—¿Aún no te has dado cuenta? —preguntó con una mirada gélida—. Hell es muda; no puede hablar, por eso no ha dicho nada desde que la conociste.A Henry le tomó un momento procesar la revelación. Miró nuevamente a la pequeña, esta vez con una comprensió
Hebe se encontraba entre la multitud, acompañada de sus mejores amigas: Winter Whitney, Minerva Mars y Josseline Johnson. Los cuatro eran prácticamente inseparables y compartían una conexión tan cercana que parecían más hermanas que amigas. La boda de Helios era un acontecimiento importante para ella y su círculo cercano; no solo era una ocasión familiar, sino una oportunidad para compartir un evento memorable con aquellas personas que formaban parte de sus recuerdos más preciados. Las jóvenes, con sus elegantes atuendos, irradiaban una mezcla de emoción y seriedad. Todas observaban la ceremonia y la recepción con respeto y cariño, sabiendo que este momento representaba una nueva etapa para Helios y Herseis.La gran mesa donde se ubicaba el pastel también estaba rodeada de fotografías cuidadosamente seleccionadas. Había imágenes de Helios y Herseis juntos, algunas formales y otras más naturales, tomadas en momentos en los que ambos parecían ser ellos mismos, fuera del papel que solían
La escena en la recepción cambió sutilmente cuando Hariella Hansen, la magante y Hermes Darner se acercaron para las fotografías familiares. La imponente figura de Hariella destacó de inmediato entre la multitud. Vestida con un elegante traje de diseñador, exudaba una autoridad natural que hacía que todos a su alrededor se movieran con cautela y respeto. Su porte era altivo y directo, como si cada paso estuviera calculado para recordarles a todos su posición y prestigio. Sin embargo, su expresión se suavizaba un poco cuando sus ojos caían sobre Herseis, la esposa de su hijo, quien ahora formaba parte de la familia.Hariella siempre había sentido una particular afinidad por Herseis, a pesar de su altivez natural. Para ella, Herseis era una mujer con la fuerza y la elegancia que buscaba en una nuera, alguien que no solo complementaba a su hijo, sino que también añadía valor al legado familiar. Con una pequeña inclinación de cabeza, le ofreció a Herseis una sonrisa apenas perceptible,