200. El suspenso (TF)
—Les diré quién es mi esposo —dijo Herseis, después de tomar el té—. Deben asistir a esta conferencia. Mi marido será aquel a quien yo le entregue un ramo de flores amarillas.
En el salón del club, Herseis se sintió extrañamente satisfecha al notar la expectación que había causado entre sus amigas. La amplia y elegante sala, decorada con tonos crema y dorados, estaba ambientada con luz cálida y el aroma a té y pasteles recién horneados flotaba en el aire. Rodeada de Sofía, Eleanor y el resto del grupo, captaba cada detalle de sus expresiones: la chispa de emoción en sus ojos, el murmullo de sus voces cuando oyeron mencionar las flores amarillas y la promesa de finalmente conocer a su enigmático. En ese momento, las amigas se sintieron transportadas a una novela en la que estaban a punto de descubrir un gran secreto.
Sofía, con su sonrisa ingeniosa y mirada afilada, fue la primera en hablar. Con su habitual tono de juego y de ligera incredulidad, dijo:
—Herseis, por favor. Nos tienes e