Herseis, sentada junto a Helios, sintió el calor de las miradas de la familia Hansen-Darner sobre ella. El anuncio del bebé había sido recibido con calidez, y ahora era su turno de hablar, de expresar su agradecimiento por ser acogida en una de las familias más influyentes y poderosas del país. Tomó aire y sus ojos se encontraron con los de Helios, y en ese breve momento, él le ofreció una sonrisa tranquilizadora. El peso del momento era significativo, y aunque sabía que la familia ya la había aceptado, quería asegurarse de que sus palabras reflejaran lo que sentía.—Primero que todo, quiero agradecerles —dijo Herseis de forma suave, pero segura—. No solo por estar aquí hoy, sino por haberme recibido con tanto cariño y respeto desde que entré en la vida de Helios. Para mí, ha sido un verdadero honor conocerlos y formar parte de su familia.Las miradas de los presentes estaban sobre ella con atención y calidez. Hera la observaba con curiosidad; Hebe, con una sonrisa amplia y entusiasta
Los padres de Herseis estaban sentados cerca de la cama, observando a su hija con orgullo y amor. Ellos no habían hecho preguntas todavía, prefiriendo concentrarse en el recién nacido. Su madre, con los ojos brillantes de emoción, se acercó lentamente para tocar la mano diminuta del bebé, mientras su padre permanecía de pie, sonriendo a su hija con la calma de alguien que había esperado este momento durante mucho tiempo.Su hermana, sentada a un lado, admiraba la escena con una mezcla de alegría y curiosidad. Había oído hablar de Helios, pero hasta ahora no lo había conocido. En su mente, se había imaginado a un hombre mayor, alguien con experiencia y porte, debido al éxito y poder que Herseis había mencionado. Pero, ¿qué tipo de hombre era realmente? Esa pregunta flotaba en la mente de todos los presentes.De repente, la puerta de la habitación se abrió suavemente, y Helios entró con una bandeja de comida en las manos. El simple acto de su llegada cambió la atmósfera por completo. Su
Helios salió un momento para dejar a Herseis con su familia.—¿Quién es él? —preguntó la hermana—. Es tan hermoso y atento contigo. No sabía que te gustaban menores, Herseis.—¿Qué hace? —preguntó el padre—. ¿En qué trabaja?—Verán… Les diré. Pero no pueden revelar esta información a nadie —dijo Herseis con prudencia—. Él es el CEO de astral Group y es dueño de varios bancos. Incluso, en el que yo trabajo. Helios Darner es el jefe del jefe de mi jede… Es un joven magnate.Los padres y sus hermanos abrieron la boca y se la taparon de inmediato al saber la identidad y el trabajo de Helios.—Es rico —dijo el hermano—. Millonario.—No —dijo Herseis con orgullo—. Multibillonario.La habitación VIP del hospital parecía haberse detenido en el tiempo mientras las palabras de Herseis resonaban en el aire. Sus familiares no podían procesar inmediatamente lo que acababan de escuchar. Los rostros de su madre, su padre y sus hermanos mostraban una mezcla de sorpresa, incredulidad y asombro. Lo que
La atmósfera en la sala de espera del hospital era vibrante, llena de expectativa y emoción, pero también un tanto cargada de la formalidad que traía consigo la primera reunión de las familias de Herseis y Helios. Los Hedley aún estaban asimilando el encuentro con Helios y su impresionante revelación, pero ahora debían enfrentarse a algo igualmente inesperado: la familia Hansen Darner, una familia que destilaba clase y belleza en cada uno de sus miembros.Hariella Hansen, madre de Helios, captaba de inmediato la atención de todos los presentes. A pesar de su edad, mantenía una gracia y juventud que parecían desmentir el paso del tiempo. Con su elegante porte y mirada serena, transmitía una seguridad inquebrantable, como si fuese una figura destinada a liderar y ser admirada. Hermes Darner, el padre de Helios, era un hombre de pocas palabras, pero de gran presencia. Su rostro reflejaba una sabiduría calmada y una bondad que inspiraba confianza. Hera, la hermana gemela de Helios, irradi
Los primeros meses después del nacimiento de Horus Darner transcurrieron en una mezcla de alegría, sorpresa y una constante atención hacia el recién nacido. La vida en el penthouse, que antes de la llegada del bebé había sido un espacio elegante y sereno, se había transformado en un hogar lleno de vida y risas infantiles. Horus se convirtió en el centro de atención para todos. Cada visita familiar, tanto de los Hansen-Darner como de los Hedley, traía consigo una nueva oleada de regalos y gestos de amor para el pequeño. Los abuelos, tíos y primos competían por sostenerlo en brazos, y hasta los amigos cercanos y asociados de Helios y Herseis deseaban conocerlo.Helios, sin embargo, sentía que algo faltaba. A pesar de la aparente perfección de su vida con Herseis, no podía evitar que el contrato nupcial se interpusiera como una barrera invisible entre ellos. Desde el principio, su relación había sido estructurada, marcada por los términos de un acuerdo que ambos habían aceptado. Se trata
Herseis llevó a su hijo al club del té en un carrito. Las mujeres se quedaron admiradas con la belleza y blancura del niño.El club del té estaba en pleno apogeo aquella tarde cuando Herseis entró empujando el carrito de su hijo, Horus. El lugar, que siempre había sido un refugio de elegancia y chismes entre las mujeres de la alta sociedad, se silenció momentáneamente. Todas las cabezas se volvieron hacia ella y, por supuesto, hacia el pequeño bebé que llevaba en brazos. Las mujeres, algunas con tazas de té en la mano y otras con miradas curiosas, no pudieron evitar sentirse atraídas por la escena.Sofía fue la primera en levantarse de su asiento y caminar hacia el carrito, con una sonrisa en los labios y una mezcla de entusiasmo y envidia en los ojos. Al inclinarse sobre el carrito, su sonrisa se ensanchó aún más cuando vio a Horus dormido plácidamente, envuelto en una suave manta de seda.—Es tan precioso, Herseis —dijo Sofía en un susurro—. Horus, ¿por qué eres tan bonito?El resto
La luz tenue de la habitación bañaba con suavidad las paredes, creando sombras danzantes que apenas rozaban la cuna donde Horus dormía plácidamente. El penthouse, normalmente envuelto en la silenciosa elegancia del lujo, parecía vibrar con una energía especial esa noche, una especie de expectación tranquila y cálida. Herseis, recostada en la cama, observaba a su hijo con una sonrisa llena de ternura. Había algo mágico en la paz que emanaba de su pequeño, algo que calmaba su corazón y, al mismo tiempo, hacía latir con más fuerza cada vez que pensaba en todo lo que habían vivido juntos.Helios se acercó con pasos tranquilos pero firmes. Su presencia, tan familiar y reconfortante, siempre lograba envolver a Herseis en una especie de cálida tranquilidad, como si todo estuviera bien solo por el hecho de que él estaba allí. Él también miró al pequeño Horus, y una expresión suave y serena cruzó su rostro, esa que reservaba solo para esos momentos íntimos, lejos del bullicio y de las responsa
Herseis, con su cuerpo cambiado por el milagro de la maternidad, se encontró recostada en la suave cama, su piel luminosa y cálida bajo la luz tenue. Su vientre, que había sostenido a Horus durante nueve meses, ahora era más suave, sus curvas más redondeadas, su pecho pleno de vida. En su mirada, sin embargo, brillaba una luz que no había existido antes de su maternidad: una mezcla de fortaleza y vulnerabilidad que hacía su belleza aún más completa.Helios era una figura de contraste: su cuerpo era como una escultura esculpida en el monte Olimpo.Él la observaba con devoción, maravillado por la transformación de su amada. Herseis no solo era la madre de su hijo; era su refugio, la fuente de la luz que iluminaba su vida. En ese momento, Helios no veía imperfecciones en su cuerpo; cada curva, cada suavidad era una obra maestra, un testimonio del amor que compartían y del milagro que habían creado juntos.Se acercó a ella con reverencia, como si fuera un peregrino acercándose a un templo