Nicola
El humo y el olor a metal quemado aún impregnaban el aire del sótano.
Alessandro había encontrado su final, pero a decir verdad, la satisfacción que debería sentir no estaba.
Estaba de nuevo en ese lugar, tres días después, con las manos en los bolsillos de mi pantalón, mirando el toro de hierro, ahora frío y silencioso.
Solo quería que esto terminara de una vez, que limpiaran todo el maldito desastre y que yo pudiera salir de allí.
Dos de mis hombres trabajaban en silencio, sus movimientos mecánicos mientras sacaban lo que quedaba del cuerpo de Alessandro. No los miraba directamente; no tenía interés en los detalles.
—Sean rápidos, —ordené con voz grave—. No quiero rastro alguno de esto por la mañana.
Asintieron sin hablar, y uno de ellos cerró una bolsa negra antes de seguir limpiando.
"¿Por qué mierda estoy aquí?" Esa era la única pregunta que me atormentaba.
En ese momento, no me importaba la limpieza, ni el maldito cadáver, ni siquiera el hecho de que Alessandro había sido