5. Nuevo alfa

Alexander

Dos años pasaron desde que la oscuridad de la muerte envolvió a mi madre y una semana desde que lo hizo con mi padre.

El día que mi madre murió, me encontraba inmerso en un intenso entrenamiento en la manada Black Moon con otros futuros Alfas. Cada cinco años, la manada organizaba un evento extraordinario para los futuros Alfas que tenían a sus lobos despiertos. Era una prueba agotadora y despiadada, solo se podía participar una vez y era un entrenamiento muy exhaustivo.

En ese entonces tenia 17 años, pero Dago, mi lobo, había despertado cuando cumplí los 14, dos años antes que cualquier otro lobo. Su presencia prematura en mi era debido a la sangre de los primeros licántropos que corría por mis venas, impartiendo la fuerza necesaria para soportar su presencia en mi ser.

Al finalizar el entrenamiento en la manada Black Moon y regresar a la manada, me encontré con un panorama desolador. Kaled, el beta de mi padre, me informó sobre el inesperado ataque perpetrado por la manada Luna Menguante, aquella que se suponía era nuestra aliada.

Este acto de traición cobró la vida de mi madre.

El Gamma Jasón, era responsable de su seguridad, pero había abandonado su deber para proteger a su hija, quien se había entrometido en medio de la batalla.

La ira cegadora de mi padre, por la pérdida de su compañera, lo llevó a tomar acciones extremas, castigando con la muerte a todos los responsables de la protección de su luna e iniciando una sangrienta venganza contra la manada Luna Menguante, dónde los aniquiló en tan solo dos días.

Sin embargo, la inquietud por lo ocurrido con Emma resonaba en mi interior, Dago siempre mostró un interés inusual por ella, a pesar de no tener una relación cercana, parecía inevitable cruzarme por donde ella se encontraba. Con frecuencia, la hallaba en la cocina del gran salón junto a Amanda, o en el parque con su amiga. Siempre proyectaba una imagen de inocencia con su sonrisa radiante, pero su imprudencia resultó ser su punto débil en medio del caos desatado.

Mi padre, con el pasar del tiempo, se sumergió gradualmente en la locura, consumido por el dolor por la pérdida de su compañera, su debilidad. Y hace una semana, ante su decadencia y frente a una invasión de un grupo de pícaros en nuestro territorio, se desencadenó una batalla que culminó con su vida y la de otros miembros de la manada.

El ataque, inesperado, puso al descubierto las fisuras latentes que amenazaban la estabilidad de la manada, lo que a su vez precipitó mi ascenso como nuevo líder.

A causa de estas fisuras, fui desafiado por guerreros que cuestionaban mi liderazgo como alfa. Sin más opciones, me encontré inmerso en una lucha feroz para reafirmar mi posición. Con Dago, mi lobo, rugiendo con un poder imponente en cada enfrentamiento y demostrando nuestra fuerza abrumadora, logré vencer a aquellos valientes pero imprudentes guerreros que desafiaron mi dominio sobre la manada Auge de Luna.

En este proceso, designé a Marcos como mi Beta e Iker como mi Gamma, mis mayores confidentes, consolidando así mi nueva posición de Alfa indiscutible.

Marcos destaca por su implacable determinación, lo cual se refleja en sus penetrantes ojos marrones, así como en su lobo Carl, de pelaje marrón con manchas blancas en las patas traseras. Juntos, hemos enfrentado grandes batallas y siempre hemos salido victoriosos.

Por otro lado, Iker posee una personalidad amable y relajada, pero no pierde su ferocidad en combate con su lobo Quinn. La combinación de estas dos personalidades complementarias han sido clave para superar los desafíos que se nos han presentado en el camino.

Después de consolidar mi posición como Alfa, me enfoqué en fortificar las fronteras de nuestro territorio y envié un grupo en busca de los pícaros que lograron escapar luego del ataque. Debía averiguar si el ataque había sido perpetrado por alguna otra manada, dado el oscuro historial de enemistades de mi padre.

Días más tarde, mientras me encontraba en el campo de entrenamiento, me informaron que habían capturado a dos pícaros que escaparon tras el ataque. Con Dago palpitante de emoción por someterlos a un exhaustivo interrogatorio me dirigí hacia la mazmorra.

-Alfa, aquí están los que quedan con vida.- Me indicó un guardia al llegar.

De repente, percibí un intenso olor a miedo que se impregnó en el aire, despertando una sonrisa sutil en mi rostro, me giré hacia los prisioneros, quienes me devolvieron la sonrisa. Ese desagradable olor, no provenía de los reos presentes, sino de la última celda en el fondo.

Caminé despacio, repasando mentalmente cada informe, no había ninguna indicación sobre un preso adicional. Al llegar frente a la celda, vi a una figura temblorosa en un rincón, con signos evidentes de maltrato y un aspecto descuidado.

La reconocí al instante, a pesar de que parecía no haber crecido en todo ese tiempo. Estaba sucia, llena de moretones y con harapos que apenas cubrían su piel. Estaba perplejo, era ella, Emma.

Mi padre me había asegurado que ella había muerto junto a sus padres. Y, aunque nunca tuvimos una relación cercana, le creí. Él, que para entonces ya se deslizaba hacia la locura, no le mostró piedad, la condenó al confinamiento y la despojó de todo. 

La ira ardió en mi interior por un momento, mi padre era despreciable. Al verla en ese estado me doy cuenta que fui indiferente, demasiado. Debí averiguar qué había ocurrido realmente con ella en aquel momento. 

Ahora lo único que podía hacer era sacarla de este lugar. Ordené al guardia que la llevara al sótano de la casa de la gran manada, al menos por ahora. Más adelante me encargaría de ella. Por el momento, había otros asuntos que requerían mi atención.

A la mañana siguiente, tras la reunión con Amanda, me senté a revisar los informes sobre los prisioneros recién capturados. Intenté concentrarme, obligarme a mantener la mente en los datos frente a mí, pero fue inútil. La imagen de Emma, en ese lugar oscuro y lúgubre, seguía regresando, desordenando mi interior con emociones que no comprendía del todo. Su fragilidad, su mirada apagada… algo en ella me afectaba más de lo que debería.

Pero no podía permitirme seguir arrastrado por pensamientos inútiles. Tenía una montaña de documentos por revisar y responsabilidades que no podían esperar. 

Emma no significaba nada para mí… y, sin embargo, su imagen seguía clavada en mi mente.

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