Emma
Hace dos años que me encuentro atrapada en esta mazmorra, un auténtico infierno día tras día. A pesar de todo, siento una fuerza interior que me une a la vida, una chispa de esperanza que se niega a apagarse.
Sin embargo, últimamente me resulta más difícil mantener esa fuerza, muy a mi pesar. Mi cuerpo duele, mi espíritu está abatido y mi loba permanece dormida, sin mostrar signos de despertar.
La soledad me envuelve, convirtiéndose en una compañera constante. Las noches se vuelven largas y solitarias, la oscuridad se convierte en un enemigo implacable.
Los recuerdos de mis padres son mi mayor fuente de resistencia contra la desesperación y el miedo. A veces siento su presencia cerca de mí, escuchando en mi mente las palabras de mi madre: Sé fuerte.
A pesar del dolor que me embarga después de la ira del alfa, intento aferrarme a los momentos felices para no perder la cordura.
Los golpes y el maltrato por parte del alfa Alejandro eran constantes y la única música que oía, eran los sonidos sordos de sus puños golpeando mi cuerpo indefenso. Cada golpe dejaba una marca en mi piel ya lacerada, cada insulto una cicatriz en mi alma que se volvía más pesada con cada día que pasaba.
Sin embargo, hace una semana algo cambió. El alfa Alejandro no ha venido y los guardias, por primera vez desde mi encierro, por alguna razón muestran una actividad inusual. Algo estaba sucediendo en la manada, algo oscuro se ocultaba tras las paredes de esta prisión.
Escuché algunos gruñidos que provenían fuera de mi celda, pero no le presté demasiada atención, después de todo mi estómago dolía y yo yacía en el frío suelo tratando de dormir para aliviar aunque sea un poco el dolor.
Estaba a punto de quedarme dormida, cuando fue entonces que escuché como un guardia decía: -Alfa, aquí están los que quedan con vida.-
En cuestión de segundos, me levanté de un salto y corrí hacia el rincón más alejado, pensé que hoy tampoco vendría, pero me equivoqué. El alfa estaba aquí.
Intenté controlar mis emociones, sabía que si percibía mi miedo, todo sería peor. Pero fue inutil, mi cuerpo empezó a temblar, me resultaba difícil respirar. Mi corazón latía frenéticamente, estaba nerviosa y el miedo aumentaba a medida que los pasos resonaban cada vez más cerca. Minutos despues, un hombre con una figura imponente, de casi dos metros, con cabello negro azabache y ojos azules intensos, se paró frente a mi celda.
Quedé sorprendida, a pesar de su parecido, el hombre parado al otro lado de la reja no era el alfa Alejandro, era Alexander.
El ambiente se volvió tenso, la incertidumbre llenaba el aire. No supe cuánto tiempo pasó, tal vez minutos o segundos pero fueron eternos. Después de dos años, lo volvia a ver y no entendía por qué estaba en este lugar. Un escalofrío recorrió mi espalda a medida que mi ansiedad crecía.
Los ojos de Alexander me observaban como si fuera su peor enemigo, podía percibir la ira que hervía en su interior, noté como su rostro imperturbable, se contrajo mostrando claramente un disgusto visible.
Sin apartar su mirada de mi le hizo una seña al guardia, cuando este se acercó Alexander le ordenó con tono serio -Sácala y llévala al sótano, se quedará ahí a partir de ahora.- Sin más, dió media vuelta y se marchó, dejándome confundida, tratando de recuperar el aliento.
El guardia me llevó al sótano de la casa de la gran manada. Al llegar me arrojó, como si fuera un objeto, dentro de la habitación. Pero, antes de cerrar la puerta dijo, como si maldijera: -¡Chica suertuda!-
-Suertuda dice el pedazo de m****a.- Murmuré más para mí misma.
Al quedarme sola, miré a mi alrededor. Estaba rodeada de enormes cajas y una cama cubierta de polvo y telarañas, que aún así parecía un lujo después de tanto tiempo sin acostarme en una. Tal vez, solo tal vez, mi suerte comenzaba a cambiar… aunque fuera solo un poco.
Agotada y con una punzada de emociones contradictorias, sonreí mientras sentía las lágrimas a punto de brotar. Me preparaba para dejarme caer sobre el colchón, que pese a su estado, parecía suave. Pero justo antes de hacerlo, me detuve en seco al oír cómo la puerta volvía a abrirse.
Me giré, esperando ver al guardia, pero en su lugar encontré a una mujer mayor, de cabello blanco como la nieve, con una bandeja de comida entre las manos.
La reconocí de inmediato. Era Amanda, la cocinera del gran salón.
Durante mi infancia, solía pasar las tardes con ella, escuchando sus historias llenas de magia y ternura.
-Hola, mi niña.- Me saludó con una sonrisa cálida.
Las lágrimas, contenidas hasta entonces, brotaron sin control. Amanda me envolvió en un abrazo, permitiéndome soltar todo el dolor que llevaba dentro. Cuando por fin me calmé, limpió mis lágrimas con dulzura.
-Tranquila, mi niña. Mañana temprano hablaré con el Alfa Alexander. Ahora, come y descansa.- Dijo con voz suave.
Me dio un último abrazo antes de marcharse. Esa noche, por más que lo intenté, el sueño no llegó.
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Amanda
Es de mañana y me dirijo a la oficina de Alex, golpeo la puerta tres veces antes de escuchar su voz decir:
-Pasa Amanda.-
-Buenos días Alfa, vine pa... - intento decir, pero él me interrumpe.
-Ya sé.- Responde, sin levantar la vista de los papeles en su escritorio.
-¿Qué le sucedió?- Pregunté directamente.
-Parece que mi padre tenía la costumbre de golpearla por las mañanas.-
-¿Y qué piensas hacer con ella?- indago, expresando mi preocupación y continúo diciendo -Necesita atención de los sanadores, comida, ropa y un lugar donde vivir. Puedo llevarla conmigo, cuidaré de ella.- Propongo.
Alex levanta la mirada, apoya los codos en el escritorio y entrelaza sus manos antes de responder:
-Su familia fue responsable de la muerte de mi madre, la negligencia de ellos llevó a la locura a mi padre.-
-Ha sufrido demasiado.- Insisto.
Él se reclina lentamente en su silla, manteniendo su mirada en la mía por unos segundos antes de continuar
-Recibirá una comida al día, tiene 17 años y su loba tendrá que ocuparse de sus heridas. Vivirá en unas de las chozas de la frontera. Si decides hacerte cargo de ella, tendrás que mudarte a la choza. Trabajará desde el alba hasta el ocaso y no podrá moverse libremente.- Dicho eso, vuelve a centrarse en los papeles del escritorio.
-La convertirás en una esclava.- Cuestiono directamente
Él suspira y sin mirarme responde -Sí. ¿Algo más?-
-No, Alfa. Me encargaré de comunicarle tu decisión.- Inclino mi cabeza y salgo de la oficina.
AlexanderDos años pasaron desde que la oscuridad de la muerte envolvió a mi madre y una semana desde que lo hizo con mi padre.El día que mi madre murió, me encontraba inmerso en un intenso entrenamiento en la manada Black Moon con otros futuros Alfas. Cada cinco años, la manada organizaba un evento extraordinario para los futuros Alfas que tenían a sus lobos despiertos. Era una prueba agotadora y despiadada, solo se podía participar una vez y era un entrenamiento muy exhaustivo.En ese entonces tenia 17 años, pero Dago, mi lobo, había despertado cuando cumplí los 14, dos años antes que cualquier otro lobo. Su presencia prematura en mi era debido a la sangre de los primeros licántropos que corría por mis venas, impartiendo la fuerza necesaria para soportar su presencia en mi ser.Al finalizar el entrenamiento en la manada Black Moon y regresar a la manada, me encontré con un panorama desolador. Kaled, el beta de mi padre, me informó sobre el inesperado ataque perpetrado por la manada
EmmaLa puerta se abrió y Amanda entró en la habitación, su presencia me sobresaltó. Se sentó a mi lado y comenzó a acariciarme el cabello con dulzura, mientras me decía -Te dije ayer que descansaras.-Yo me erguí en la cama, aún con los ojos hinchados por las lágrimas y el cansancio. -No pude hacerlo. ¿Qué va a pasar conmigo?- Pregunté, con voz temblorosa.Amanda me miró con compasión y respondió: -Primero, irás a mi casa. Allí comerás algo y tomarás una ducha. Después, hablaremos sobre tu futuro.-Al salir de la casa de la gran manada, alcé mi mirada al cielo y cerré los ojos, permitiendo que la suave brisa acariciara mi rostro y me envolviera en un momento de serenidad.Amanda tomó mi mano con una calidez reconfortante y, mientras caminábamos, vi a lo lejos a Alexander y otras personas que me observaban con una mezcla de curiosidad y hostilidad. Agaché la cabeza, evitando su mirada, y seguí a Amanda, agradecida de que su casa estuviera cerca y de que no tuviéramos que cruzarnos con
Alexander Cada mes, encuentro un informe sobre Emma en mi escritorio. La anciana Amanda se negaba a hacerlo, así que tuve que recordarle quién dirige esta manada y amenazarla con encerrar a Emma nuevamente si no recibía un informe detallado de ella cada mes. Resulta sorprendente que su loba, aún no haya despertado, quizás la diosa tiene sus propios planes y castigos por la irresponsabilidad que costó vidas valiosas en aquel ataque. Briana me reveló que, en aquel fatídico día del ataque, encontró a Emma en medio del caos y que a pesar del riesgo que corría, estaba empeñada en buscar a sus padres. Sus intentos por detenerla fueron en vano, Emma se negó a escuchar a Briana, ignorando sus advertencias y adentrándose impulsivamente en la pelea. Una niña tonta, sin lobo, ¿qué podía hacer entre guerreros?¿Acaso no pensó en el riesgo que corría? Un golpe en la puerta interrumpe mis pensamientos, guardo el informe de Emma en el cajón de mi escritorio. Es Marcos, puedo reconocer su olor.
Emma Después de la partida de Alex, mis piernas flaquearon y caí al suelo, exhausta. El olor a tierra húmeda y hojas secas llenaba mis pulmones mientras intentaba recuperar el aliento. Con esfuerzo, logré levantarme un poco, me vestí rápidamente y partí hacia la choza, con la sensación de que esa noche sería interminable. El sonido de los grillos y el crujir de las ramas bajo mis pies eran los únicos sonidos que acompañaban mi caminata. Al llegar a la choza, me dejé caer en la cama, intentando procesar todo lo que había sucedido. Pero no pude descansar por mucho tiempo, ya que al despuntar el alba, Amanda apareció con el desayuno en la mano. Una chispa de curiosidad brillaba en sus ojos mientras me interrogaba sobre mi encuentro con el alfa. Le di un resumen, dejando de lado ciertos detalles, como el hecho de haber sido sorprendida en ropa interior. Al terminar mi resumen, Amanda me tomó por sorpresa con noticias emocionantes. -Debes unirte a un grupo de trabajo, junto con otras
Emma ( Después de la cena del capítulo 2 )La larga cena llegó a su fin y nos dirigimos de vuelta a la cabaña. En el camino, el sonido de las hojas bajo nuestros pasos se mezclaba con el silencio entre Kate, Gema y yo, contrastando con las risas alegres de Liz y Amy, que resonaban en la oscuridad de la noche.Al llegar a la cabaña, me encaminé hacia mi habitación, una vez dentro, revisé meticulosamente mi mochila, donde guardaba el mapa, el sobre con dinero, ungüentos que Amanda me había dado y algo de ropa.Con determinación, tomé mis pertenencias y me deslicé por la ventana, dejando atrás la cabaña para adentrarme en el camino que me lleva al lugar planificado: el río.Al llegar me senté en la orilla, sintiendo la fresca brisa acariciar mi rostro mientras esperaba en silencio, era mi señal para adentrarme en el bosque. Todo estaba meticulosamente planeado, desde el horario de las patrullas hasta el contenido de mi mochila.Anhelaba partir, aunque en mi corazón lamentaba no poder desp
EmmaCorrí desesperadamente dejando atrás a Samuel y a ese gruñido feroz y siniestro, bajo la oscuridad profunda del bosque.Al llegar a la cabaña, me deslizo dentro por la ventana en silencio. Sentí una sensación de calor febril expandirse por todo mi cuerpo, tenso y agarrotado. Exhausta, me dejo caer en la cama, sintiendo el peso de mis párpados cerrándose sobre mis ojos cansados. Pero el sueño, ese traidor, no me permitió descansar. Me venció con su dulce veneno, sumergiéndome en el terror de mis recurrentes pesadillas.Luego, me encontré flotando en un mar de oscuridad, pero esta vez no estaba sola. Una figura borrosa aparecía, su presencia tranquila y reconfortante me hacía sentir atraída, como si fuera un faro en la oscuridad.Cuando finalmente abrí los ojos, vi a Amanda sentada al lado de mi cama, con una expresión de preocupación en su rostro.Amanda sonrió con una sonrisa débil y me contó que había estado enferma durante días. Gema le había informado sobre mi condición y vin
Emma-¿Dinero?- preguntó Alex, con un tono de burla.Su voz sarcástica hizo reavivar mi enojo, y sin miedo, respondí con un tono igualmente sarcástico-Sí, dinero. ¡Mi dinero! Excepto que el alfa lo necesite.-Mi voz sonó firme y desafiante en el silencio del salón. Note una leve sonrisa en Gema, mientras que Kate me miraba con desaprobación.Briana con su cuerpo tenso y su rostro rojo de ira gritó -¿Cómo te atreves, insolente?--¡Es mi dinero! lo junté durante dos años, el alfa me lo quitó y lo quiero de vuelta.- Dije, manteniendo la calma y continúe después de un suspiro -Tengo derecho a pedir lo que me pertenece.-Briana, con los ojos echando chispas de furia, dio un paso adelante y gritó con rabia -¡No tienes derecho a nada!--¡Suficiente!- Gruño Alex con voz firme y autoritaria, captando la atención de ambas. -Muy bien, Emma, te avisaré cuando puedas retirar tus pertenencias.- Agregó con un tono calmado pero firme. Hizo una pausa, y luego concluyó -Pueden irse, su trabajo por hoy
Alexander El tiempo fue transcurriendo sin descanso y la manada Auge de Luna restauró la grandeza.Junto a Marcos, Iker y mis guerreros, enfrentamos batallas feroces bajo la luna llena y mi nombre se convirtió en leyenda. Mi popularidad, unida a la de Dago, el lobo más grande y fuerte que jamás se había visto, se extendió hasta las manadas más lejanas, donde éramos conocidos como invencibles y poderosos.Sin embargo, Dago parecía tener una debilidad inexplicable. Cada noche, me llevaba al río, donde siempre encontrábamos a Emma, envuelta en una profunda calma. Él sentía una conexión misteriosa con ella, aunque no podía explicarlo.Sabía que Dago quería protegerla, ya que siempre estaba en el río, un lugar desolado y peligroso. Por eso, permitía que nos quedáramos ahí, observándola. La veíamos nadando, en ocasiones desarrollando sus habilidades con entrenamientos intensos, demostrando la enseñanza de Jasón, su padre. En momentos de calma, la veíamos leer, sumergida en sus pensamientos.