En otra parte de la ciudad, otra pareja también amanecía junta, como si el destino lo hubiera planeado así para darles la oportunidad de poder soltar las amarras del pasado y aferrarse a lo presente, a lo tangible, a lo que tenían en frente.
El aroma de los panqueques dulces la despertó. Rachel estiró la mano para tocar la almohada vacía y abrió un ojo. Solo estaba ella en la habitación, pero volvió a olfatear el delicioso aroma del desayuno y el estómago le crujió.
Se levantó y se envolvió en el albornoz de Chris que encontró en el armario y bajó las escaleras, descalza y en puntitas de pies para no hacer ruido, no quería ser descubierta por algún empleado de la mansión, siguió el aroma y llegó a la cocina.
Chris preparaba el desayuno y bailaba al ritmo de la música completamente feliz y concentrado en lo que