Los tres giraron sus cabezas al lugar en el que habían dejado lo que creían era el cadáver de la loba de pelaje ocre y la vieron apoyándose en su rodilla para al fin levantarse.
—¡Sal!
—¡Salomé!
Exclamaron la guardiana y el beta respectivamente.
Con energía renovada, Egan se puso también de pie y junto con Kaia corrieron hacia la loba bajo la atenta mirada de Claus que se permitió ese gesto de amabilidad.
Nada más llegar con Salomé, Kaia se apuró a abrazarla, aliviada de ver a su amiga viva, mientras que Egan preguntó:
—¿Cómo te encuentras?
—Peor de lo que se ve —respondió la loba y una vez que la vampiro le soltó, miró a Kaia y dijo—. Si tú estás aquí, eso significa…
—Sí —asintió Kaia—. Tu hermana, Nicol