La noche se siente fría para Isabella, mientras Benedict conduce la camioneta hasta la clínica. Ella se remueve incómoda en el asiento al sentir el escozor de la herida en su brazo.
—Estamos por llegar, solo faltan unas calles —dice Benedict con su tono inquebrantable al notar su rostro contraído.
Ella no puede hacer otra cosa más que asentir. El vehículo avanza por un par de minutos hasta detenerse frente a la misma clínica que Megan le había traído una vez. Sin mediar palabras, Benedict la ayuda a bajar y la guía hacia la entrada. Una enfermera los recibe y pronto un médico pide que entren a la sala para revisar la herida de Isabella.
—Por suerte, la herida no es grave —confirma el doctor tras observar el corte—. Es solo una rajadura. Vamos a limpiarla y poner una venda. Con unos analgésicos va a estar bien. Es un