—¡No hables así de él!
Isabella se levanta de manera brusca de su silla. Sus manos están en puños. El enojo es evidente en su mirada. Esta mujer ya colmó toda su paciencia.
—No voy a permitir que lo insultes enfrente de mí. Si no tienes nada bueno que decir, me iré. No tengo por qué aguantar esto.
—¿Por qué lo defiendes? —Ana también se levanta—. Te trata peor que a un perro. ¿Crees que no sé todo lo que te hizo desde que te casaste con él? Te trata como la basura y mujerzuela que eres.
Isabella agarra la taza de café que estaba tomando y le derrama el resto del líquido en la cara.