Capítulo 66. Problemas
Isabella comienza a servir el café en completo silencio, moviéndose con delicadeza para no interrumpir la conversación que fluye entre los hombres en la sala de juntas. Aunque su mano aún duele, se esfuerza por mantener la compostura. Evita hacer mucho contacto visual con cualquiera de ellos, especialmente con Benedict, quien la observa de reojo con una expresión que no logra descifrar del todo, pero que le pesa en el pecho.
Uno a uno, los asistentes la miran, algunos con amabilidad, otros, como el secretario de Bruno, con simple curiosidad. Pero todos se dan cuenta de lo mismo: Benedict no está siendo particularmente cortés con ella. Su trato es frío, hostil, como si quisiera marcar un límite.
La tensión se hace más evidente cuando Álvaro, sentado en el extremo derecho de la mesa, decide romper el hielo con una sonrisa ladeada.
—Tienes suerte, Benedict —dice, mirando a su primo con tono relajado—. No todos tienen una esposa tan eficiente... y tan bonita. Combo perfecto, si me pregunt