Emily se sentía acorralada, descubierta, humillada, ultrajada ante la manera de actuar de Noah, librarse de él era imposible, pero no tenía de otra más que hacer frente a su destino.
—Dime la verdad, dime, ¿qué rayos hiciste con las empresas, qué estabas tramando, qué estaba haciendo ese hombre en la sala de juntas? —preguntó Noah estando a una corta distancia.
—Estaba angustiada por tu captura, no sabía lo que debía hacer, a quien acudir, solo hice lo que creí que era oportuno, hice lo mejor para la empresa...
—¡Basta! —intervino Noah alzando el tono de su voz—. No trates de engañarme, sé muy bien lo que querías hacer, ese hombre claramente tenía intenciones de acabar con lo que mi padre construyó, eres una oportunista, una vividora...
—¡Ya deja de acusarme de esa manera! —gritó Emily en su defensa.
Para poner a salvo a William debía hacer lo necesario, por supuesto debía hacerse responsable de la culpa de lo que estaba sucediendo el interior de la sala de juntas.
—Me tienes harta