Felices por siempre.
20 años más tarde.
Irina se sentía la mujer más feliz del mundo, era dueña y manejaba a su gusto una de las más grandes, poderosas, y reconocidas firmas de abogados, se sentía libre al no estar bajo la sombra de nadie, llevaba la vida que siempre soñó.
Claro está que era mucho más de lo que un día llegó a imaginar; en aquel negocio se movía como pez en el agua, sus labores hacían que estuviera ocupada la mayor parte del tiempo, era apasionada por dar lo mejor de sí y esforzarse en conservar la reputación de su negocio.
Los gemelos eran responsables, colaboraban en la firma de abogados, sin importar su edad, siempre fueron los consentidos de Irina, siempre les dio el cariño y el acompañamiento, guiándonos para que se formaran por el mejor camino.
Antonio y Miguel ya no eran aquellos chicos busca pleitos, daban la vida por sus padres, además de esforzarse para llegar a ser unos poderosos y distinguidos abogados como su madre, eran dos apasionados por el deporte,