Cap. 239: Una esposa fugitiva. Un abogado prohibido.
Cap. 50: Balas, sangr3 y pruebas.
La fonda de Doña Cresencia quedaba al borde del mercado, una construcción de adobe pintada de azul deslavado, con un techo de tejas viejas y una puerta de madera carcomida por el sol. A simple vista, era una fonda como cualquier otra. Pero esa noche, no era cualquier día.
Los agentes enviados por Logan —encubiertos como vendedores ambulantes y parroquianos— llevaban más de tres horas apostados entre las sombras. Uno barría la acera con desgano. Otro vendía elotes con chile. Un tercero tomaba fotos desde el reflejo de un escaparate. El operativo era sigiloso, pero el terreno, ardiente: las investigaciones recientes revelaban que la red de trata operaba desde ahí, con apoyo de jueces corruptos y funcionarios vendidos.
Axel y Aria descendieron de un autobús intermunicipal a tres cuadras del lugar, como dos mochileros comunes.. Parecían turistas perdidos.
Caminaron sin hablar, sincronizados como si lo hubieran hecho toda la vida. A las 19:08 en punto cru