John lo saludó con la mano.
—Ven aquí, y te lo diré.
Sherry reconoció de inmediato que no tramaba nada bueno. Permaneció clavada en el lugar y dijo:
—Ya no me interesa. No necesito saber.
John sonrió, luego se puso de pie y se acercó a ella.
Sherry frunció el ceño.
—¿Qué estás haciendo?
No obstante, no respondió. Él simplemente sonrió profundamente mientras continuaba acercándose a ella. Era como un príncipe escurridizo visto en los cuentos de hadas. Nadie sabía lo que tenía en mente, y la única impresión que dejó fue su aura digna.
Sherry esperó a que se acercara. No lo admitiría, pero tenía curiosidad por saber qué estaba haciendo.
Se acercó a ella en poco tiempo y le rodeó la cintura con el brazo.
Completamente indefensa, Sherry fue atrapada en sus brazos en un instante. Inmediatamente se molestó y trató de alejarlo.
John la abrazó con más fuerza, sin embargo, sosteniéndola en sus brazos mientras acercaba sus labios a su oído y le susurró seductoramente:
—